El Corpus hermeticum es una colección de 24 textos sagrados escritos en lengua griega que contienen los principales axiomas y creencias de las tendencias herméticas. En ellos se trata de temas como la naturaleza de lo divino, el surgimiento del Cosmos, la caída del Hombre del paraíso, así como las nociones de Verdad, de Bien y de Belleza.
Según la tradición, el Corpus fue redactado por Hermes Trismegisto, originariamente una simple transfiguración del dios egipcio Thot, pero que posteriormente fue tenido por un sabio que en tiempos atávicos había fundado la alquimia y otras ciencias herméticas.
Las obras de Hermes Trismegisto, que se denominaban con el nombre genérico de Hermética, tuvieron una influencia muy importante en el desarrollo del mundo espiritual del Renacimiento, particularmente en las obras de autores tales como Pico della Mirandola y otros entusiastas de la alquimia y el neoplatonismo.
El Corpus comienza con la revelación de Poimandres (uno de los epítetos con el cual se nombra al dios de los gnósticos y los neoplatonistas), a Hermes Trismegisto durante el sueño.
Los textos afirmaban ser meras traducciones griegas de originales egipcios, si bien estudios filológicos modernos, como los de Caubabon y Yates, postulan que estos textos corresponderían total o parcialmente a una posterior redacción griega original que surgió probablemente entre los siglos II y III de nuestra era. Fueron ampliamente leídos en los últimos siglos de la Antigüedad clásica y algunas sectas religiosas, como la de los harranitas (que tomaron el nombre de sabeos tras la conquista islámica), los adaptaron como libros canónicos. Aunque su uso fue decayendo con la cristianización del Imperio romano, todavía en el siglo V San Agustín de Hipona argumentaba contra los textos.
El Corpus hermeticum fue recuperado por Cosme de Médici en 1463, que adquirió un manuscrito bizantino que contenía los primeros XIV libros, los cuales fueron traducidos ese mismo año al latín por el humanista florentino Marsilio Ficino. En 1471, gracias a la imprenta se publicaría la primera versión impresa.
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Esta biblioteca hermética refleja los textos atribuidos a Hermes Trimegistro, el tres veces grande, padre de la filosofía hermética. La fuente de estos textos son manuscritos del final de la edad media y de los siglos XIV y XV. Se cree que a su vez los manuscritos son copias de otros que han sido perdidos en el transcurso de la historia del hombre. Los textos traducidos provienen de su versión en griego a excepción del Asclepio cuyo manuscrito es en latín. Se cree que la versión griega es una traducción del original egipcio.
CORPUS HERMETICUM
I. POIMANDRÉS
Cierta vez que me había puesto a pensar en los seres, absorta la imaginación en las alturas del pensamiento, ausentes los sentidos como quien duerme profundamente después de una copiosa comida o de un agotador ejercicio corporal, me pareció que un ser inmenso aparecía, de talla incomparable, que me llamó por el nombre y me dijo:- ¿Qué quieres oír y ver, qué quieres entender y conocer en tu mente?
¿Y tú quién eres?, le dije:
- Yo soy Poimandres, respondió, la Mente del Poder Supremo: sé lo que buscas, y en todas partes estoy contigo.
Quiero aprender sobre los seres, le dije, y entender su naturaleza, y conocer al Dios. ¡Oh! ¡Cuánto quisiera que alguien me enseñara sobre estos temas!
- Guarda en tu mente lo que quieres aprender que yo te enseñaré.
Y habiendo dicho estas cosas, cambió de forma, y en un instante el espacio entero se abrió ante mí, y vi un panorama infinito, y todo se transformó en Luz, una Luz tan serena y alegre que al verla la adoré. Al poco tiempo, fue bajando y mostrándose una Tiniebla espantosa y sombría, enroscada como espiral tortuosa, semejante a una serpiente. Después la Tiniebla se fue transformando en una cierta natura húmeda que se agitaba indescriptiblemente, que arrojaba humo como lo hace el fuego y emitía un clamor, un gemido inenarrable. De allí brotó un grito inarticulado de socorro que parecía lo voz de un ser humano.
Fue entonces cuando, saliendo de la Luz, un Nombre santo cayó sobre la cosa, y un fuego puro emergió de esa natura húmeda hacia los celestes espacios, un fuego ligero y sutil, y enérgico a la vez. El ágil aire se dejó arrastrar por el espíritu, y de la tierra y el agua se izó a sí mismo hasta alcanzar el fuego, de forma que parecía colgar de él.
Por su parte, la tierra y el agua quedaron entremezclados tan íntimamente que no era posible distinguir a uno del otro: el Nombre espiritual que se cernía sobre ellos los mantenía en movimiento, a lo que parecía oírse.
Entonces Poimandres me dijo:- ¿Entiendes los que esta visión significa?
- Lo sabré, le contesté.
- Yo soy aquella Luz, me dijo, yo, la Mente, tu Dios, que preexisto a la naturaleza húmeda que surgió de la tiniebla. En cambio el Nombre luminoso que procede de la Mente es hijo de dios.
- ¿Y entonces?, exclamé.
- Entiéndelo así: lo que en ti ve y oye es nombre del señor, tu mente en cambio es dios padre, ya que no están mutuamente separados, pues su unidad es la Vida.
Le agradecí y me dijo:
- Entiende la Luz y discierne estas cosas.
Habiendo dicho estas cosas, me clavó la mirada por tan largo tiempo que su aspecto me hacía temblar; cuando se irguió después, quedé en mi mente contemplando la Luz de poderes innumerables, transformada en un cosmos infinito que, con inmenso poder, rodeaba y abrazaba al fuego forzándolo a aquietarse.
Estas cosas comprendí por el Nombre de Poimandres.
Estaba yo todavía atónito, cuando me habló de nuevo y me dijo:- Has visto mentalmente la forma arquetípica, el principio anterior al principio ilimitado, esto me dijo Poimandres y yo le pregunté:
- ¿De dónde salieron los elementos de la naturaleza?
Y él a su vez:- De la Voluntad de dios que habiendo acogido al Nombre y contemplado el bello cosmos, lo imitó cosmocreando para sí a partir de sus propios elementos y de las almas hechas por ella.
La Mente el Dios, que es a la vez macho y hembra, y contiene en sí Luz y Vida, dio a luz por Nombre a una segunda Mente Creadora, la cual, siendo dios del fuego y del espíritu, creó a su vez siete gobernadores dueños contenedores del cosmos sensible, cuyo gobierno se llama Destino.
De inmediato, el Nombre del Dios, arrancándose de los elementos inferiores del Dios, se lanzó hacia la región pura de la naturaleza creada y se unió a la Mente creadora (puesto que son de igual naturaleza), dejando desamparados a los elementos inferiores de la naturaleza, los irracionales, que consisten de sólo materia.
Entonces la Mente Creadora junto con el Nombre envolvieron los círculos y los hicieron girar bramando, pusieron en movimiento circular a sus propias creaturas para que rodaran, a partir de un principio indefinido, hasta un término sin fin, que comienza donde acaba.
Esta circulación de todo, como lo quiso la Mente, produjo animales irracionales a partir de elementos inferiores (ya no estaba el Nombre con ellos), el aire produjo aves y el agua peces. La tierra y el agua, como lo quiso la Mente, fueron separadas una de otra, y la tierra hizo salir de sí a los animales que tenía adentro, cuadrúpedos y reptiles, fieras y animales domésticos.
La Mente, el Padre de todas las cosas, siendo Vida y Luz, parió un Hombre igual a ella, a quién amó como hijo propio: porque siendo imagen del Padre era hermosísimo; porque realmente tanto amó el Dios a su propia figura que le entregó la creación entera.
Y vio el Hombre la creación en el fuego del Creador, y quiso también crear, y con permiso del Padre entró en la esfera de la creación y, poseedor futuro de plenos poderes, tomó conocimiento de las obras de su hermano, las que lo amaron y le hicieron partícipe de su propia jerarquía.
Habiendo así explorado su constitución y participado de sus naturalezas, fue su voluntad desgarrar hacia arriba la periferia de los círculos y contemplar el poderío de aquel que reina sobre el fuego.
Entonces poseedor ya de plenos poderes sobre el cosmos de los seres mortales y de los animales irracionales, se inclinó sobre la estructura, y desgarrando el velo mostró a la naturaleza inferior la bella figura del Dios. Y al ver la naturaleza que la figura del Dios poseía una belleza inagotable y las energías todas de los gobernadores, sonrió de amor, pues ya había visto la bellísima figura del Hombre reflejada en el agua, y su sombra sobre la tierra.
En cuanto a él, viendo su propia figura en la naturaleza reflejada en el agua la amó, y quiso habitar en ella. Y al punto que lo quiso se realizó, y vino a habitar la forma irracional. Y la naturaleza a su vez acogiendo a su amado se entrelazó entera con él y copularon juntos, porque eran amantes.
Por eso es que, a diferencia de todos los demás seres vivos de la tierra, sólo el Hombre es doble: mortal por el cuerpo, inmortal por el Hombre esencial. Por consiguiente, a pesar de ser inmortal y poseedor de plenos poderes sobre todas las cosas, está sujeto a la muerte y sometido al Destino. Siendo superior a la estructura se volvió esclavo dentro de la estructura. Siendo andrógino, de padre andrógino, y no sometido al sueño porque viene del que nunca duerme, sin embargo es vencido...
Entonces le interrumpí:-¿Y ahora? ¡Oh, Mente mía! porque yo también amo al Nombre!
Y continuó Poimandres:- Este es el misterio que ha estado oculto hasta el día de hoy.
Al copular la naturaleza con el Hombre provocó un prodigio prodigiosísimo: Como te había dicho, el Hombre tiene la naturaleza de la estructura de los siete, de fuego y espíritu, y la naturaleza, no sufriendo la espera, parió enseguida siete hombres en correspondencia a la naturaleza de los siete gobernadores, andróginos y erguidos hacia el cielo.
Exclamé entonces:- Y ahora, oh Poimandres!, ardo en un deseo inmenso y me muero por seguir oyéndote! no te apartes del tema!
- Cállate, todavía no he terminado de desarrollar el primer asunto, me respondió Poimandres.
- Me quedaré callado, le contesté.
- Como te decía, la generación de estos siete ocurrió de la siguiente manera: la tierra fue la hembra y el agua el ardiente macho, del fuego la naturaleza recibió el madurar y del aire el espíritu, y produjo los cuerpos según la imagen del Hombre. Y así el Hombre, de vida y luz que era vino a ser con alma y mente, la Vida se hizo alma, y la Luz mente, y todas las cosas del cosmos sensible permanecieron así hasta el fin de un ciclo, hasta el comienzo de las especies.
Escucha lo que viene ahora y que ardes en deseos de oír. Cumplido el ciclo, por voluntad de dios se rompió el lazo que unía todas las cosas: en consecuencia todos los seres vivos que hasta entonces eran andróginos fueron separados al mismo tiempo que el Hombre, y fueron por un lado machos y por otro hembras. Y enseguida el Dios dijo una palabra santa: "Creced en crecimiento y multiplicaos en muchedumbres, vosotras las criaturas todas y las cosas que han sido hechas, y que el que tiene intelecto se reconozca inmortal y sepa que la causa de la muerte es el amor y que conozca todas las cosas."
Y habiendo hablado así el Dios, la providencia por medio del Destino y de la estructura produjo las uniones y estableció las generaciones, y todas las cosas se multiplicaron según sus especies, y el que se reconoció a sí mismo llegó al bien superelegido, pero el que se aficionó al cuerpo producto de un extravío de amor quedó extraviado en la tiniebla padeciendo en los sentidos las cosas de la muerte.
- ¿Porqué cometen tan grande falta los ignorantes, le dije, de tal manera que vienen a ser despojados de la inmortalidad?
- Parece que no has reflexionado mucho en lo que oíste, y sin embargo te dije que estuvieras atento.
- Estoy atento y recordando, y también te doy gracias.
- Dime, pues, si atendiste, ¿porqué merecen la muerte los que están en la muerte?
- Porque la fuente original de nuestro cuerpo es la sombría tiniebla de donde procede la naturaleza húmeda, de la que se constituye en el cosmos sensible el cuerpo, del cual se abreva la muerte.
- Bien lo entendiste. Pero dime ahora ¿porqué "el que se entiende a sí mismo va hacia sí mismo" como dice la palabra de Dios?
- Porque el Padre de la totalidad, de quién nació el Hombre, consiste de Luz y Vida.
- Has hablado muy bien. Luz y Vida es el Dios y Padre, del que nació el Hombre. Por consiguiente, cuando entiendas que estás hecho de Vida y Luz y que procedes de ellas, volverás de nuevo a la Vida, así me habló Poimandres.
- Háblame aún, le dije, ¿cómo volveré yo a la Vida? ¡oh Mente mía! porque el Dios dice "El que tiene intelecto se reconoce a sí mismo".
¿Es que no todos los hombres tienen intelecto?
- Cállate parlanchín. Yo mismo, la Mente, estoy al lado de los honestos y buenos, de los los puros y compasivos, junto a los piadosos: mi presencia los auxilia y pronto descubren todas las cosas y amorosamente apaciguan al Padre, y le dan gracias con alabanzas y tiernos himnos ceremoniales. Y, antes de entregar el cuerpo a la justa muerte, llegan a detestar los sentidos, pues ya saben cuales son sus obras. Más aún, Yo, la Mente, no consentiré que triunfen las obras del cuerpo y su violencia: como guardián de las puertas impediré el ingreso de los actos malos y disolutos, cortaré las fantasías.
En cuanto a los insensatos, malos, perversos, envidiosos, arrogantes, asesinos e impíos, me quedaré lejos de ellos y daré paso al genio vengador, el que aplica al hombre la parte más viva del fuego y cae sobre él por los sentidos, y lo fortalece aún más para que realice obras impías, de forma que le quepa en suerte un castigo íntegro, pues no deja de apetecer sin fin y de guerrear insaciable, y lo tortura y le aumenta el fuego hasta la máxima plenitud.
- Qué bien mes has enseñado todas las cosas como yo quería, oh Mente! Pero dime ahora ¿cómo es el regreso hacia arriba?
- Primero, me dijo Poimandres, al descomponerse el cuerpo material lo entregas a la transformación, y tu figura humana deja de manifestarse.
Entregas al genio tu personalidad ya inactiva, y los sentidos corporales remontan a sus fuentes en cuyas partes se transforman y de nuevo vuelven a confundirse con las energías. La agresividad y el deseo van a la naturaleza irracional.
Y así, de ahora en más, el hombre comienza a subir por la estructura: en la primera esfera deja la energía de aumentar y decrecer; en la segunda la industriosidad para el mal, dolo ya inactivo; en la tercera, el deseo, fraude ya inactivo; en la cuarta la ostentación del mando, ya sin ambición; en la quinta la osadía profana y la presuntuosa temeridad; en la sexta las ansias perversas de la riqueza, ya sin actividad; y en la séptima esfera la tramposa mentira.
Entonces, desnudo de las obras de la estructura, entra en la naturaleza ogdoádica, dueño de su propia fuerza, y canta himnos con los seres al Padre. Entonces todos los que presencian su llegada se regocijan con él, y, ya igual a sus compañeros, alcanza a oir a las potencias superiores a la naturaleza ogdoádica que con voz dulce y peregrina cantan himnos al Dios. Entonces, en buen orden, suben hacia el Padre y, entregados a las potencias y ellos mismos hechos potencias, se transforman en dios. Porque tal es el buen fin de los que poseen el conocimiento: divinizarse.
- ¿Qué esperas pues? como heredero de todas estas cosas ¿no te harás conductor de los dignos de forma que por tí sean liberados por dios?
Habiendo dicho estas cosas, ante mis ojos, Poimandres se mezcló con las potencias. Y mientras yo daba gracias y dirigía mis alabanzas al Padre del Todo, me dejó Poimandres cargado de poder e instruído sobre la naturaleza y la visión divina del Todo. Y comencé a anunciar a los hombres la hermosura de la piedad y del conocimiento:- ¡Oh pueblos! ¡Vosotros, hombres nacidos de la tierra, entregados a la embriaguez, al sueño y a la ignorancia del Dios: volved a la sobriedad, suspended la borrachera, pues estáis hechizados de un sueño irracional!.
Los que habiéndome oído vinieron a mí, y les dije:- ¿Qué pasa con vosotros, oh hombres nacidos de la tierra! ¡Os habéis entregado a la muerte cuando se os ha concedido el poder de la inmortalidad? ¡Reflexionad, vosotros, que hacéis camino con el error y habéis llegado a convivir con la ignoracia! ¡Alejaos de la luz tenebrosa, y abandonando la ruina, compartid la inmortalidad!
Entonces unos se marcharon, después de chancearse a mis costas, estando como estaban entregados al sendero de la muerte, pero otros me pedían que los instruyera arrojándose a mis pies: pero hice que se levantaran y, puesto en conductor de la raza, enseñaba la palabra, cómo y de qué manera serían liberados, y sembraba en ellos las palabras de la sabiduría, y los alimentaba con el agua de ambrosía.
Llegada la tarde, cuando la luz del sol comenzaba a desvanecerse por completo, los llamé a dar gracias al Dios, y cumplida la acción de gracias, cada uno se fue a dormir a su lecho.
Por mi parte, gravé en mi alma los beneficios que me hiciera Poimandres, y lleno de la plenitud que había deseado, me sentí colmado de alegría, porque el sueño del cuerpo se había transformado en vigilia del alma, la ceguera de la vista en visión auténtica, el silencio en preñéz del bien y la palabra en divulgación de bienes.
Cosas que realmente ocurrieron porque acepté recibir de mi Mente, es decir, de Poimandres, el Nombre del Poder Supremo . Llegué a ser soplo divino de la verdad.
Por eso, con toda mi alma y con todas mis fuerzas ofrezco este elogio al Padre Dios:
Santo es el Dios y Padre de la totalidad.
Santo es el Dios cuya Voluntad se cumple en sus propias Potencias.
Santo es el Dios que quiso que lo conocieran y que es conocido por los suyos.
Eres santo, Tú, fundador de todas las creaturas por el Nombre.
Eres santo, Tú, cuya imagen la entera Naturaleza ofrece.
Eres santo, Tú, de quién la Naturaleza no pudo reproducir la forma.
Eres santo, poderosísimo más que todas las Potencias.
Eres santo, superior a cualquier superexcelencia.
Eres santo, mejor que todas las alabanzas.
Recibe las puras ofrendas racionales del alma y del corazón tendidos hacia Ti, inefable, impronunciable, Tú, que sólo puedes ser nombrado por el silencio.
Te suplico no decaiga el conocimiento que corresponde a nuestra naturaleza humana: acuérdame lo que pido y lléname de fortaleza, y con esta gracia iluminaré a los de mi raza que están en la ignorancia, a mis hermanos, tus hijos.
Sí, acepto y soy testigo: voy a Vida y Luz.
Bendito seas, padre.
Tu hombre quiere colaborar en tu obra santificadora, puesto que le concediste todos los poderes.
Extracto de
CORPUS HERMETICUM