lunes, 5 de abril de 2021

Resurrección 2021

 



En una ocasión, un crítico preguntó a Pierre Teilhard de Chardin: “¿Qué pretende usted? ¿Por qué todo este discurso sobre los átomos y las moléculas cuando usted habla de Jesucristo?”.  Su respuesta fue: “Intento formular una idea de Cristo: Intento formular una cristología lo suficientemente amplia como para incorporar a Cristo, porque Cristo no es sólo un acontecimiento antropológico, sino también un fenómeno cósmico”.

 

En esencia, lo que está diciendo es que Cristo no vino sólo a salvar a los seres humanos; vino también a salvar la tierra.

 

Esta acción avatárica es especialmente relevante cuando se adentra el Ashrami en comprender todo lo que implica la resurrección de Jesús. Jesús resucitó de la muerte a la vida. Un cuerpo es una realidad física, así que cuando resucitó como cuerpo (y no sólo como alma) hay algo en ello que va más allá de lo meramente espiritual y psicológico. Hay algo radicalmente físico en ello. Cuando un cuerpo muerto resucita a una nueva vida, los átomos y las moléculas se reorganizan. La resurrección es algo más que algo que cambia dentro de la conciencia humana.


Los éteres lumínicos reingresan al por ahora cadaver, si animación de vida espiritual desde el centro de la llama Trina ya que esta ha dejado la envoltura física haciéndose parte de la consciencia de un todo espiritual, de una entidad ya no física y por tanto, no sujeta a las leyes físicas, sino mas bien a las dinámicas espirituales de la Creación Universal. El ashrami en ascensión avatárica dice en su meditación: 


YO SOY EL SILENCIO, YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA. MI ALMA ES PARTE DE LA GRAN ALMA UNIVERSAL, Y EL LA GRAN ALMA UNIVERSAL ES PARTE DE MI ALMA. TODO ES UNO.

 

La resurrección es la base de la esperanza humana; sin ella, no podríamos esperar ningún futuro que incluya algo más allá de los límites más bien asfixiantes de esta vida. En la resurrección de Jesús, se nos da un nuevo futuro, uno más allá de nuestra vida aquí, en los Reinos de la naturaleza transitoria, pero prueba que el espíritu es mas que la materia, el espíritu divinizado, el espirito unificado a Dios. Sin embargo, la resurrección también da un nuevo futuro a la tierra, nuestro planeta físico. Cristo vino a salvar la tierra, no sólo a las personas que viven en ella. Su resurrección asegura un nuevo futuro para la tierra y para sus habitantes.

El Ashrami en ascensión avatárica contempla el planeta entero, abre sus manos y recorre su zona vital. Inspira a la humanidad transformada en aire y éter. Esa flujo de vida alcanza la llama Trina. Luego, exhala a la humanidad desde la llama Trina, devuelve ese aire enriquecido por la divina consciencia que motiva el movimiento cósmicos de la respiración y del latido cardiaco. 

 

La tierra, como nosotros, necesita ser salvada. ¿De qué?

 

En una adecuada comprensión crística de los acontecers humanos, la tierra no es sólo un escenario para los seres humanos, una cosa sin valor en sí misma, separada de nosotros. Al igual que la humanidad, también es una obra maestra de Dios, hija de Dios. De hecho, la tierra física es nuestra madre, la matriz de la que todos brotamos. En definitiva, no estamos separados del mundo natural, sino que somos esa parte del mundo natural que ha tomado conciencia de sí mismo. No estamos al margen de la tierra y ésta no existe simplemente para nuestro beneficio, como un escenario para el actor, que se abandona una vez terminada la obra. La creación física tiene valor en sí misma, independientemente de nosotros. Tenemos que reconocerlo, y no sólo para practicar una mejor eco-ética para que la tierra pueda seguir proporcionando aire, agua y alimentos a las futuras generaciones de seres humanos. Tenemos que reconocer el valor intrínseco de la tierra. También es una obra de arte de Dios, es nuestra madre biológica y está destinada a compartir la eternidad con nosotros.

 


Además, al igual que nosotros, también está sujeta a la decadencia. También está sujeta al tiempo, es mortal y está muriendo. Fuera de una intervención exterior, no tiene futuro. La ciencia enseña desde hace tiempo la ley de la entropía. En pocas palabras, esa ley afirma que la energía de nuestro universo se está agotando, el sol se está consumiendo. Los años que nuestra tierra tiene por delante, como nuestros propios días, están contados, son finitos. Tardará millones de años, pero la finitud es la finitud. Habrá un final para la tierra, tal y como la conocemos, al igual que habrá un final para cada uno de nosotros tal y como vivimos ahora. Salvo una regeneración que venga de fuera, tanto la tierra como los seres humanos que viven en ella no tienen futuro. Pero somos la tierra misma y toda trascendencia es dejada en manos de Dios. Él avatar sabe mejor que nadie que Dios, tiene el poder de convertir lo finito, en infinito, lo perecedero en eterno. Y nosotros también participamos de ese poder en la medida que nuestra alma, consciencia y espíritu, sean divinizados por nuestro propio avatar quien toma de lo perecedero y lo hace al igual que su alma, eterno. 

 

San Pablo lo enseña explícitamente en la Epístola a los Romanos, donde nos dice que la creación, el cosmos físico, está sujeto a la futilidad, y que está gimiendo y anhelando ser liberado para disfrutar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios. San Pablo nos asegura que la tierra disfrutará del mismo futuro que los seres humanos, la resurrección, la transformación más allá de nuestra imaginación actual, un futuro eterno.

 

¿Cómo se transformará la tierra? Se transformará de la misma manera que nosotros, mediante la resurrección. La resurrección trae a nuestro mundo, espiritual y físicamente, un nuevo poder, una nueva disposición de las cosas, una nueva esperanza, algo tan radical (y físico) que sólo puede compararse con lo que ocurrió en la creación inicial, cuando los átomos y las moléculas de este universo fueron creados por Dios. En esa creación inicial se formó la naturaleza y su realidad y sus leyes dieron forma a todo desde entonces hasta la resurrección de Jesús.

 

Sin embargo, en la resurrección ocurrió algo nuevo que tocó todos los aspectos del universo, desde el alma y la psique dentro de cada hombre y mujer hasta el núcleo interno de cada átomo y molécula. No es casualidad que el mundo mida el tiempo por ese acontecimiento. Estamos en el año 2021 desde que ocurrió esa recreación radical.

 

La resurrección no fue sólo espiritual. En ella se reordenaron los átomos físicos del universo. Teilhard tenía razón. Necesitamos una visión lo suficientemente amplia como para incorporar la dimensión cósmica de Cristo. La resurrección tiene que ver con las personas, y con el planeta.



Paramahansa Yogananda alentaba a todos los meditadores a que expandiesen su conciencia durante la época de Pascua mediante la sintonía con la infinita Conciencia Crística —la conciencia de Dios proyectada en forma inmanente en la creación entera; la conciencia universal, la unión con Dios, manifestada por Jesús, Krishna y otros avatares como tu, yo, la Comunidad—. A continuación aparece una de las meditaciones que él dio:


Cristo ha resucitado. Él ha resucitado de las limitaciones del cuerpo físico, del cuerpo astral y del cuerpo causal hasta abarcar la Omnipresencia. Unificado con la omnipresente Conciencia Crística, Jesús ha resucitado en el corazón de cada flor, en cada rayo de sol y en cada noble pensamiento. Ha resucitado en la era atómica, y todas las devastaciones que ésta origine no podrán ocultar el nacimiento de su espíritu de nueva vida, de una nueva humanidad, que surge de la cuna de la sabiduría y del amor universal. 


Cristo ha resucitado en nuestras mentes, en nuestros corazones, en nuestras almas; no existe separación alguna entre él y nosotros. Él camina en el jardín de nuestro amor, en el jardín de nuestra sagrada devoción, en el jardín de nuestra meditación y en nuestra práctica de interna de la contemplación de la Luz Avatárica de la Realidad Divina Manifestada.


Cristo ha resucitado en cada átomo y en cada célula; ha resucitado en las nubes; ha resucitado en todos los planetas. Ha resucitado en los universos y en las radiaciones errantes que circundan los universos y en la fría luz que se encuentra aún más allá. Ha resucitado y ha trascendido los universos hasta alcanzar la quietud de la Conciencia Cósmica. Y él volverá a resucitar en ti, en mi y en todo ser y cada cosa creada a través de tu devoción y de tu práctica de unificación con Dios. Cuando tu sabiduría despierte, contemplarás la resurrección de Cristo en tu interior. Por medio de tu meditación y de tu comunión divina, resurgirás con él, abandonando el sepulcro del cuerpo y la conciencia mortal para ascender a la infinitud eternamente bienaventurada del Espíritu. 


«¡Oh Cristo!, tú has resucitado en Espíritu. Nos llena de júbilo tu resurrección, que reafirma tu promesa de que, como hijos de Dios que hemos descendido al sepulcro del cuerpo, también nosotros volveremos a ascender al reino de nuestro Padre. En esta Pascua de Resurrección, depositamos a tus pies de omnipresencia toda nuestra devoción, todo el clamor de nuestros corazones, todo el perfume de bondad que hay en nosotros. Somos tuyos, ¡recíbenos! A través de la Conciencia Crística, haz que resucitemos contigo en el Espíritu Eterno y permítenos vivir en ese reino de Bienaventuranza por siempre y para siempre»


AMEN Y AMEN