miércoles, 27 de junio de 2018

A mi Cristo roto




RAMÓN CUE ROMANO, S.J.







COMPRAVENTA DE CRISTOS

A mi Cristo roto, lo encontré en Sevilla.  Dentro del arte me subyuga el tema de Cristo en la cruz.  Se llevan mi preferencia los cristos barrocos españoles.  La última vez, fui en compañía de un buen amigo mío.  Al Cristo, ¡Qué elección!  Se le puede encontrar entre tuercas y clavos, chatarra oxidada, ropa vieja, zapatos, libros, muñecas rotas o litografías románticas.  La cosa, es saber buscarlo.  Porque Cristo anda y está entre todas las cosas de este revuelto e inverosímil rastro que es la Vida.

Pero aquella mañana nos aventuramos por la casa del artista, es más fácil encontrar ahí al Cristo, ¡Pero mucho más caro!, es zona ya de anticuarios.  Es el Cristo con impuesto de lujo, el Cristo que han enriquecido los turistas, porque desde que se intensificó el turismo, también Cristo es más caro.  

Visitamos únicamente dos o tres tiendas y andábamos por la tercera o cuarta.

- Ehhmm ¿Quiere algo padre?
- Dar una vuelta nada más por la tienda, mirar, ver.

De pronto… frente a mí, acostado sobre una mesa, vi un Cristo sin cruz, iba a lanzarme sobre él, pero frené mis ímpetus.   Miré al Cristo de reojo, me conquistó desde el primer instante.  Claro que no era precisamente lo que yo buscaba, era un Cristo roto.  Pero esta misma circunstancia, me encadenó a Él, no sé por qué.  Fingí interés primero por los objetos que me rodeaban hasta que mis manos se apoderaron del Cristo, ¡Dominé mis dedos para no acariciarlo!  No me habían engañado los ojos… no.  Debió ser un Cristo muy bello, era un impresionante despojo mutilado.  Por supuesto, no tenía cruz, le faltaba media pierna, un brazo entero, y aunque conservaba la cabeza, había perdido la cara.

Se acercó el anticuario, tomó el Cristo roto en sus manos y…

- Ohhh, es una magnífica pieza, se ve que tiene usted gusto padre, fíjese que espléndida talla, qué buena factura…
- ¡Pero… está tan rota, tan mutilada!
- No tiene importancia padre, aquí al lado hay un magnífico restaurador, amigo mío y se lo va a dejar a usted, ¡Nuevo!

Volvió a ponderarlo, a alabarlo, lo acariciaba entre sus manos, pero… no acariciaba al Cristo, acariciaba la mercancía que se le iba a convertir en dinero.

Insistí, dudó, hizo una pausa, miró por última vez al Cristo fingiendo que le costaba separarse de Él y me lo alargó en un arranque de generosidad ficticia, diciéndome resignado y dolorido:

- Tenga padre, lléveselo, por ser para usted y conste que no gano nada 3000 pesetas   nada más, ¡Se lleva usted una joya!

El vendedor exaltaba las cualidades para mantener el precio.  Yo, sacerdote, le mermaba méritos para rebajarlo…  Me estremecí de pronto.  ¡Disputábamos el precio de Cristo, como si fuera una simple mercancía!  Y me acordé de Judas… ¿No era aquella también una compraventa de Cristo?  ¡Pero cuántas veces vendemos y compramos a Cristo, no de madera, de carne, en él y en nuestros prójimos!  Nuestra vida es muchas veces una compraventa de cristos.

Bien… cedimos los dos… lo rebajó a 800 pesetas.  Antes de despedirme, le pregunté si sabía la procedencia del Cristo y la razón de aquellas terribles mutilaciones.  En información vaga e incompleta me dijo que creía procedía de la sierra de Arasena, y que las mutilaciones se debían a una profanación en tiempo de guerra.

Apreté a mi Cristo con cariño… y salí con Él a la calle.

Al fin, ya de noche, cerré la puerta de mi habitación y me encontré solo, cara a cara con mi Cristo.  Qué ensangrentado despojo mutilado, viéndolo así me decidí a preguntarle:

- Cristo, ¡¿Quién fue el que se atrevió contigo?! ¡¿No le temblaron las manos cuando astilló las tuyas arrancándote de la cruz?!  ¿Vive todavía?  ¿Dónde?  ¿Qué haría hoy si te viera en mis manos? …¿Se arrepintió?
- ¡CÁLLATE!

Me cortó una voz tajante.

-¡CÁLLATE, preguntas demasiado! ¡¿Crees que tengo un corazón tan pequeño y mezquino como el tuyo?!  ¡CÁLLATE!  No me preguntes ni pienses más en el que me mutiló, déjalo, ¿Qué sabes tú? ¡Respétalo!, Yo ya lo perdoné.  Yo me olvidé instantáneamente y para siempre de sus pecados.  Cuando un hombre se arrepiente, Yo perdono de una vez, no por mezquinas entregas como vosotros.  ¡Cállate!  ¿Por qué ante mis miembros rotos, no se te ocurre recordar a seres que ofenden, hieren, explotan y mutilan a sus hermanos los hombres.  ¿Qué es mayor pecado? Mutilar una imagen de madera o mutilar una imagen mía viva, de carne, en la que palpito Yo por la gracia del bautismo.  ¡Ohh hipócritas!  Os rasgáis las vestiduras ante el recuerdo del que mutiló mi imagen de madera, mientras le estrecháis la mano o le rendís honores al que mutila física o moralmente a los cristos vivos que son sus hermanos.

Yo contesté:

- No puedo verte así, destrozado, aunque el restaurador me cobre lo que quiera ¡Todo te lo mereces!  Me duele verte así.  Mañana mismo te llevaré al taller.  ¿Verdad que apruebas mi plan?  ¿Verdad que te gusta?
- ¡NO, NO ME GUSTA!

Contestó el Cristo, seca y duramente.

- ¡ERES IGUAL QUE TODOS Y HABLAS DEMASIADO!

Hubo una pausa de silencio.   Una orden, tajante como un rayo, vino a decapitar el silencio angustioso.

- ¡NO ME RESTAURES, TE LO PROHIBO! ¡¿LO OYES?!
- Si Señor, te lo prometo, no te restauraré.
- Gracias.

Me contestó el Cristo.  Su tono volvió a darme confianza.

- ¿Por qué no quieres que te restaure? No te comprendo.  ¿No comprendes Señor, que va a ser para mí un continuo dolor cada vez que te mire roto y mutilado?  ¿No comprendes que me duele?
- Eso es lo que quiero, que al verme roto te acuerdes siempre de tantos hermanos tuyos que conviven contigo; rotos, aplastados, indigentes, mutilados.  Sin brazos, porque no tienen posibilidades de trabajo.  Sin pies, porque les han cerrado los caminos.  Sin cara, porque les han quitado la honra.   Todos los olvidan y les vuelven la espalda.  ¡No me restaures, a ver si viéndome así, te acuerdas de ellos y te duele, a ver si así, roto y mutilado te sirvo de clave para el dolor de los demás!  Muchos cristianos se vuelven en devoción, en besos, en luces, en flores sobre un Cristo bello, y se olvidan de sus hermanos los hombres, cristos feos, rotos y sufrientes.  Hay muchos cristianos que tranquilizan su conciencia besando un Cristo bello, obra de arte, mientras ofenden al pequeño Cristo de carne, que es su hermano.  ¡Esos besos me repugnan, me dan asco!, Los tolero forzado en mis pies de imagen tallada en madera, pero me hieren el corazón.   ¡Tenéis demasiados cristos bellos!  Demasiadas obras de arte de mi imagen crucificada.  Y estáis en peligro de quedaros en la obra de arte.  Un Cristo bello, puede ser un peligroso refugio donde esconderse en la huida del dolor ajeno, tranquilizando al mismo tiempo la conciencia, en un falso cristianismo.  Por eso ¡Debieran tener más cristos rotos, uno a la entrada de cada iglesia, que gritara siempre con sus miembros partidos y su cara sin forma, el dolor y la tragedia de mi segunda pasión, en mis hermanos los hombres!  Por eso te lo suplico, no me restaures, déjame roto junto a ti, aunque amargue un poco tu vida.
- Si señor, te lo prometo. (Contesté)

Y un beso sobre su único pie astillado, fue la firma de mi promesa.

Desde hoy… viviré con un Cristo roto.




DIOS TIENE MANO IZQUIERDA

La misma tarde que compré mi Cristo, le pregunté al anticuario dónde estaría el brazo derecho.

- ¡Oh, imposible encontrarlo! (me contestó).  Y no crea usted que no revolvimos ya todo el pajar en donde estaba tirada la imagen mutilada.  Encontramos, eso sí, la pierna izquierda y se la pegamos pero de la mano derecha ¡Ni rastro!

El anticuario no sabía Señor por dónde andaba tu mano derecha, pero Tú, Tú sí que lo sabes, la estás desclavando continuamente y se te escapa siempre.  No, no me extraña que no la tengas, anda por ahí, invisible pero eficaz.   ¡¿Quién no siente de vez en cuando, el suave roce de la mano llagada de Cristo?!  Esa mano invisible que, sin llamar a la puerta, se mete en todas partes; en el hospital, en el lecho de muerte, en la oficina, en el despacho, en la fábrica, en el cine, en el teatro.  Se cuela de puntillas como una ráfaga luminosa y musical.  No podemos dar un paso por la vida sin tropezar con la mano de Dios.   Pero tú, Cristo mío roto, sólo tienes mano izquierda.

Y me imaginé que decía, después de sentir que mi Cristo sonreía silencioso: “Qué poco y mal me conocéis, ¿Qué sería de vosotros los hombres si yo no tuviera mano izquierda?, La tengo, pero no para evitar que me crucifiquen, sino para conseguir que mi padre no os condene, Yo no uso mi mano izquierda para salvarme de la cruz, sino para salvaros del infierno, ¿Lo comprendes ahora?”

Toda la aventura trágica y divina de nuestra vida, está en dejarnos guiar por las manos de Dios.  Pero hay en nosotros un elemento difícil, esquivo, peligroso: la libertad.  Y Dios la respeta misteriosamente, infinitamente.  Para conquistarnos dispone Dios de dos manos, la derecha y la izquierda que representan dos técnicas y dos tácticas.  La mano derecha; es clara, abierta, transparente, luminosa.  La mano izquierda busca atajos, da rodeos, es cálculo, diplomacia, no tiene prisa, si es necesario actúa a distancia y finge la voz, pero aunque izquierda no es maquiavélica ni traidora, porque la mueve el amor.

Para  cada alma Dios tiene dos manos, pero las emplea de modo distinto porque todas las almas son diferentes.  Con la derecha, como a palomas blancas o a ovejas dóciles, Dios guiaba a Juan Evangelista, a Francisco de Asís, a Juan de la Cruz, a Francisco Javier, a las dos Teresas.  Para conquistar a Pedro, a Pablo, a Magdalena, a Agustín, a Ignacio de Loyola, Dios tuvo que emplear la izquierda.  Ante la mano derecha, se rebelan, entonces entra en juego la izquierda, busca un disfraz y se trueca en rayo, en bala, trata de ser freno que nos detenga, quiere alzarnos del barro en que caímos, se nos mete en el pecho para ver si logra ablandar nuestros corazones.  Sus recursos son infinitos, hoy la disimula con modernos y actuales disfraces, es el ser más actual.  

¡Se rompe una presa que arrastra mis fincas!  Tengo un descuido inexplicable en el trabajo, y la máquina me siega un brazo.  Íbamos en coche a 100 por hora, nos salió inesperadamente un camión, murieron en el acto mi mujer y un hijo, y quedé solo en la vida.  Jamás he tenido una enfermedad, pero me dice el médico que tengo algo incurable.

Ante la mano izquierda de Dios, la primera reacción es un grito de rebeldía y desesperación, olvidamos la presa, el coche, el traidor, la muerte, porque adivinamos que ellos no tienen en definitiva la culpa, presentimos a Dios como responsable de ese dolor, que por ser tan terriblemente profundo, no puede venir de las criaturas y lógicamente nos encaramos a Dios.  ¡Le gritamos, le emplazamos, le protestamos, le exigimos, le desafiamos, le condenamos!  ¡PADRE, SI FUERAS PADRE, NO ME TRATARÍAS ASÍ! Gritamos, protestamos, nos rebelamos y luego… nos quedamos solos.  Y vienen las primeras lágrimas nerviosas y quemantes, y sin darnos cuenta, la primera oración.  Volvemos a protestar contra Dios,  contra nuestra primera oración.  Sucede el cansancio, las lágrimas ya son más serenas, ya rezamos sin protestar, tenemos ganas de besar algo, ¿Qué?  Oh sí, eso, ya lo encontramos, un crucifijo, y con un beso le decimos a Dios, que está bien lo que Él disponga, terrible, violenta, dura, implacable, pero bendita mano izquierda de Dios.  Se formulan absurdas expresiones:  “Bendita presa que se rompió, arrasó mi fábrica, pero me acercó a Dios, yo andaba muy lejos de Él”.

Cristo mío roto, te lo digo en nombre mío y de todos, porque todos somos valientes para pedírtelo desde ahora:  Señor, si no basta para salvarnos la ternura de tu mano derecha, desclava tu izquierda, disfrázala de lo que quieras:  fracaso, calumnia, ruina, accidente, muerte.  Cristo, que seamos hijos de tu mano, de tu derecha o de tu izquierda.

A la cabecera de tu cama, amigo, o en tu mesita de noche, tienes un Cristo clavado en la cruz,  ¿Por qué esta noche, antes de acostarte, no le besas la mano izquierda?  Dios sabrá compensarte ese gesto de valor y resignación cristiana.




SE HA PERDIDO UNA CRUZ

¡Atención!  Se ha perdido una cruz y no se da con ella, es la de mi Cristo roto.  ¿Alguno de vosotros, ha encontrado una cruz?  ¿Queréis las señas?  ¿El tamaño? No es muy grande, pero es una cruz y no hay cruz pequeña, además es una cruz para Cristo y entonces no hay modo de medirla, con estas señas basta porque en definitiva todas las cruces son iguales.

Perdonad pues mi insistencia, ¿Quién de nosotros no ha encontrado una cruz? Mejor dicho: ¿Quién no tiene una cruz? Es un derecho de propiedad irrenunciable que se está ejerciendo siempre, todos la llevamos.  La llevamos encima, a cuestas, aunque no se nos vea, aunque sonriamos.  A veces por oculta, más pesada.  Esta noche al acostarnos, no podremos dejarla colgada en la percha, al levantarnos mañana, no será necesario vestírnosla, saltaremos de la cama con ella ya puesta.

¿Que quién ha encontrado una cruz?  Todos… todos, buenos y malos, santos y criminales, sanos y enfermos, ni siquiera respeta a los que parecen desafiar el dolor con las carcajadas y juergas de su vida.

Esa pobre mujer, que repintada y aburrida espera sentada a la barra de la cafetería o arrimada a la esquina estratégica, lleva una pavorosa cruz a cuestas, pesa tanto, que se apoya recostándose en la esquina, es una cruz más pesada de lo que sospechamos y el que se acerca a ella buscando el placer, lo hace por huir de otra cruz.  Hablan los dos, regatean, prometen, se arreglan al fin y allá van por la calle adelante, con prisa y con la cruz a cuestas, y cuando regresan, cuando ya han tratado de aplacar su hambre de felicidad, sienten defraudados que ha aumentado su cruz, que es mayor.  En ella, asco y envilecimiento, en él, desolación.

Toda ciudad en definitiva es un bosque, una selva, una colmena de cruces,  ¿Y sabes amigo por qué a veces nuestra cruz resulta intolerable? ¿Sabes por qué llega a convertirse en desesperación y suicidio?  Porque entonces nuestra cruz, es una cruz sola, sin Cristo, solamente se puede tolerar, cuando lleva un Cristo entre sus brazos.  Una cruz laica, sin sangre ni amor de Dios, es absurda, no tiene sentido, por eso, se me ocurre una idea.  Yo tengo un Cristo sin cruz y tú tienes, tal vez, una cruz sin Cristo.  Los dos están incompletos.  Mi Cristo no descansa, porque le falta su cruz, tú no resistes tu cruz porque te falta Cristo.  ¿Por qué no le das esta noche tu cruz vacía al Cristo?  Tú tienes una cruz sola, vacía, helada, negra, sin sentido.  Te comprendo, sufrir así es irracional y no me explico ¿Cómo has podido tolerarla tanto tiempo?  Tienes el remedio en tus manos… anda, dame esa cruz tuya, dámela, te doy en cambio, este Cristo sin reposo y sin cruz.  Tómalo, es tuyo, dale tu cruz, toma mi Cristo; júntalos, clávalos, abrázalos y todo habrá cambiado.

Mi Cristo roto descansa en tu cruz, tu cruz se ablanda con mi Cristo en ella.  Hemos encontrado una cruz, la nuestra, que resulta ser la de Cristo.



¿QUIÉN TE PARTIÓ LA CARA?

Cristo, yo había oído muchas veces esta amenaza en labios trémulos por el odio: “¡MIRA QUE TE PARTO LA CARA!”  Y siempre pensé que todo suele quedar en un puñetazo, un bofetón, una cuchillada en la mejilla.  Sólo en Ti se ha cumplido literalmente la brutal amenaza, te han partido la cara de un solo tajo.

Yo se la hubiera restaurado, pero Él me lo prohibió.  Por eso me dedico en un juego de fantasía y cariño, a restaurársela idealmente, colocando sobre su cabeza sin facciones, las caras que para mi Cristo, ha soñado el arte universal.  Consumo en este juego, museos, colecciones, galerías, catedrales, pinacotecas.  Todo va pasando por el tajo de su cara en un desfile lento, y me siento Velázquez o Juan de Meza, con un patetismo barroco, o Montañés con olímpica belleza, o Leonardo, de infinita tristeza.

Pero desde hace unos días, he tenido que renunciar también al consuelo de este juego, el Cristo roto, es terrible en su exigencia, no concibe treguas, y me lo ha prohibido también.  Yo creí al principio que le gustaba, al menos lo toleraba silencioso, hasta que un día me interrumpió severamente.

- ¡BASTA! No me pongas ya más caras, he tolerado tu juego demasiado tiempo. ¿No acabas de comprenderlo?  No me pongas más esas caras que pides de limosna, al arte de los hombres.  ¡Quiero estar así, sin cara!  Prometiste que jamás me restaurarías… a no ser, que quieras ensayar otro juego, ponerme otras caras.  Esas… sí las aceptaré.
- ¿Cuáles señor? Te las pondré enseguida.  Dime qué caras y te las pongo.

- Temo que no lo entiendas, incluso que te escandalices como los fariseos.  Me refiero a otros rostros, pero reales, no fingidos como los que inventabas y que son también míos, como el que me cortaron de un tajo.
- Ahh, ya creo adivinar Señor, te refieres a las caras de los santos, de los apóstoles, de los mártires…
- Esas caras en verdad, son mías.  Nadie me las niega ni me las regatea.  Pero yo quiero otras, las reclamo, muy pocos se atreverían a ponérselas, Yo sí.

Hizo un descanso, como para tomar fuerzas.  Respiró profundamente.  Yo estaba asustado, tenía miedo, pero no había remedio.  Entonces me dijo:

- Oye, ¿No tienes por ahí un retrato de tu enemigo?  De ese que te tiene envidia y que no te deja vivir; del que interpreta mal por sistema todas tus cosas, del que siempre va hablando mal de ti, del que te arruinó, del que dio malos y decisivos informes sobre ti, del traidor que te puso una zancadilla, del que logró echarte del puesto que tenías, del que te denunció, del que te metió en la cárcel.
- Cristo, no sigas…
- Es demasiado, ¿Verdad?

- Es inhumano, es absurdo…
- ¿Te has fijado bien en la cara de los leprosos, de los anormales, de los idiotizados, de los mendigos sucios, de los imbéciles, de los locos.
- ¿Y... y me vas a decir Cristo, que esas caras son tuyas y… y que te las ponga?  No, no, imposible.
- Espera… no acabo aún.  Toma bien nota de esta última lista y no olvides ningún rostro:  Tienes que ponerme la cara del blasfemo, del suicida, del degenerado, del ladrón, del borracho, del asesino, del criminal, del traidor, del vicioso.  ¿No has oído?  ¡Necesito que pongas todos esos rostros sobre el mío!
- …No, no señor… (contesté)
- No entiendo nada,  ¿Todos esos rostros miserables y corruptos sobre el tuyo, sagrado y divino?
- ¡Sí, así lo quiero!  ¿No ves que todos ellos pertenecen a esta pobre humanidad doliente creada por mi padre?  ¿No te das cuenta que yo he dado la vida por todos?  Quizá ahora comprendas lo que fue la Redención.  Escucha: Yo como hijo de Dios me hice responsable voluntariamente de todos los errores y pecados de la humanidad. Todo pesaba sobre Mí, mi Padre se asomó desde el cielo para verme en la cruz y contemplarse en Mi rostro, clavó sus ojos en Mí y su pasmo fue infinito.  Sobre mi rostro, vio sobrepuesta sucesiva y vertiginosamente las caras de todos los hombres.  Desde el cielo, durante aquellas tres horas terribles de mi agonía en la cruz, contemplaba el desfile trágico de la humanidad vencida, mientras tanto Yo le decía: “¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!”  No era Yo sólo quien moría en la cruz, eran miles y miles de dolientes seres humanos, derrotados muchos por sus propias pasiones, por sus errores, por sus pecados.  El desfile era terrible, repugnante, grosero.  Mi padre vio pasar sobre mi rostro la cara del soberbio; la del sectario, imaginando la destrucción de Dios, la del asesino frío y desalmado.  Había labios repugnantes, ojeras hundidas marcadas con fuego de lujuria, alientos insoportables de ebriedad, palidez de madrugadas encenagadas en el vicio, sórdidos rictus de amargura y desesperación, turbadoras miradas de perversión y delito, de subterráneas anormalidades inconfesables y oscuras.  Toda la derrota y las lacras de una humanidad irredenta, la agonía, la muerte.  Y mi Padre… Dios, las amó a todas y perdonó sus pecados.

Mi Cristo calló, qué pobre y ridículo me pareció el arte de los hombres y qué profundo e insondable el amor de Dios.  Y desde entonces, enmudeció.  No volvió a hablarme más.

No olvidemos nunca esta suprema y difícil lección.  No olvidemos nunca la superficie lisa del rostro de mi Cristo, tajado verticalmente.  Podríamos compararlo con un portarretrato vacío.  En él se nos ofrece la oportunidad de colocar la cara de aquél o aquellos que nos han hecho daño o que odiamos profundamente haciéndonos más daño a nosotros mismos que a quien es objeto de nuestro rencor.

¡Sí…, sí, seamos valientes!  Recordemos el rostro que mayor odio y antipatía nos produzca, acercémoslo a Cristo, aunque sintamos temblar nuestro pulso.  Coloquémoslo sobre el suyo e imaginemos que nuestro enemigo, ese ser que odiamos, ocupa su lugar en la cruz.  Cerremos los ojos, acerquémonos al crucificado y besemos reverentes y humildes su figura.

Al besar un Cristo, con el rostro de nuestro enemigo, nos envolverá una voz cálida y musical, paternal y bondadosa.  Aquélla que hace muchos siglos nos dejara la más grande y maravillosa herencia que hombre alguno pueda tener, encerrada en sólo seis sencillas palabras: 

“Amaos los unos a los otros”.



Puedes escucharlo en:

https://www.youtube.com/watch?v=fsnOX27N1TQ





Namaste










lunes, 25 de junio de 2018

Jesus



Cuando  te  encuentras  cara  a  cara  con  un  autor  ves su  forma.  Cuando  lees  sus  palabras  ves  su  contenido.  Cuando  dejas  de  ver  con  los  ojos del  ego,  dejas  de  ver  la  forma  y  dejas  de  buscar  la  forma.  Comienzas  a  ver  el  contenido. 

De  Dios  todo  lo  que  tienes  es  contenido.  No  hay  forma  que  ver,  sin  embargo  en  el contenido  se  revela  la  forma.  Esto  es  ver  de  verdad,  pues  el  contenido  es  todo  y  la  forma es  nada. 

El  contenido  de  Dios  es  amor.  Jesús  encarnó  a  Dios  encarnando  al  amor.  Vino  a revertir  aquello  que  se  pensaba  de  Dios,  a  poner  fin  a  la  visión  de  Dios  desde  la perspectiva  humana  de  la  venganza,  el  juicio  y  el  castigo. 

Jesús  llevó  a  cabo  esto  no  sólo  encarnando  a  Dios  en  forma  humana,  sino  también dando  una  imagen  verdadera  del  poder.  Antes  de  la  venida  de  la  palabra  hecha  carne,  es decir   de  la  encarnación,  la  única  idea  que  la  humanidad  podía  tener  de  un  ser todopoderoso  era  la  de  alguien  cuyo  poder  se  asemejaba  al  de  los  poderosos  de entonces.  Jesús  se  manifestó  en  forma  tan  contraria  a  esta  clase  de  poder  que  fue  llevado a  la  muerte.  Pero  Jesús  no  se  resignó  a  la  impotencia,  sino  que  enseñó  el  verdadero poder,  el  poder  del  amor,  un  poder  probado  por  la  resurrección. 

Jesús,  unido  al  Cristo  en  ti,  puede  enseñarte  quién  eres  y  cómo  vivir  como  aquel  que tú  eres  en  un  nuevo  mundo.  Puede  abrirte  el  cielo  y  llevarte  a  través  de  sus  puertas  para cambiar  por  fin  este  mundo  por  tu  auténtico  hogar.  Pero  no  es  tu  cuerpo  el  que  pasará  por las  puertas  del  cielo,  ni  serán  los  ojos  de  tu  cuerpo  los  que  vean  el  nuevo  mundo  que contemplarás  y  llevarás  contigo.  Pretender  ver  un  mundo  físico  de  dimensiones  y  formas como  el  antiguo  y  querer  transportarlo  de  un  lugar  a  otro  es  un  engaño.  

El  nuevo  mundo no  tiene  que  ver  con  la  forma,  sino  con  el  contenido.  Un  contenido  que  es  tan  transmisible como  las  palabras  de  un  autor  sobre  una  página. 

¿Cuántas  personas  viajarían  al  cielo  si  pudiesen  subirse  a  un  autobús  y  ser transportadas  hasta  él?  Sin  embargo,  cada  uno  de  ustedes  alberga  dentro  de  sí  el  poder para  llegar  al  cielo.  Conocerte  tal  cual  eres  es  lo  único  que  te  permitirá  abandonar  el miedo  a  tu  poder.  Jesús  aceptó  su  poder  y  de  esa  manera  trajo  el  poder  del  cielo  a  la tierra.  

Lo  mismo  puede  enseñarte  el  Cristo  en  ti.  Esto  es  apertura  de  la  mente  a  los milagros.  Esto  es  amor. 

Esto  es  unidad.  El  Cristo  en  ti  enseña  sólo  impartiendo  un  conocimiento  que  tú  ya tienes  y  al  que  vuelves  a  acceder  cuando  te  unes  con  tu  verdadero  Ser.  Cuando  realizas esto,  tú  te  realizas.  Porque  estás  completo.  Pero  si  tu  unión  con  Cristo  es  la  realización  y plenitud  de  todas  las  enseñanzas,  ¿quién  provee  las  lecciones?  Jesús. 

El  Cristo  en  ti  es  tu  identidad  compartida.  

Esta  identidad  compartida  hizo  que  Jesús  y el  Cristo  fueran  uno.  Los  dos  nombres  significan  lo  mismo,  pues  la  unidad  es  lo  que siempre  compartieron  y  compartirán.  Tú  eres  eternamente  uno  con  Cristo.  La  única  forma en  que  puedes  identificar  a  Jesús  como  algo  diferente  es  si  consideras  al  Jesús  que  fue hombre,  el  Jesús  que  existió  en  la  historia.  Es  la  misma  forma  en  que  te  ves  a  ti  como hombre  o  mujer,  como  un  ser  que  existe  en  un  momento  determinado  de  la  historia.  

Esta condición  tridimensional  de  tu  visión  es  la  naturaleza  del  problema.  Si  no  puedes  verte más  que  como  un  hombre  o  una  mujer  que  vive  en  un  lugar  particular  y  en  un determinado  momento  de  la  historia,  no  puedes  ver  tu  Ser.  Por  lo  tanto,  Jesús  viene  a  ti una  vez  más  en  una  forma  que  puedes  aceptar,  y  lo  hace  para  llevarte  más  allá  de  lo  que puedes  aceptar,  para  llevarte  a  la  verdad. 

La  opción  por  el  amor  crea  amor.  La  opción  por  el  temor  crea  temor  ¿Qué  opción crees  haber  hecho  para  crear  el  mundo  que  tú  llamas  hogar?  Este  mundo  fue creado  por  tu  elección,  y  una  nueva  elección  puede  crear  un  nuevo  mundo.  Pero debes  saber  que  no  hay  más  que  estos  dos.  Amor  o  falta  de  amor.  Y  que  el  amor es  lo  único  real.  

Todo  ser  viviente  tiene  un  corazón.  Definiremos  el  corazón  como  el  centro  del  ser,  ese lugar  de  donde  todo  sentimiento  emana.  Todo  sentimiento  verdadero  es  amor.  Todo  amor alaba  a  Dios.  Todo  amor  es  un  reconocimiento  de  la  gloria  de  Dios  y  de  todo  lo  que  Dios creó.  El  amor  es  la  única  respuesta  pura  de  lo  creado  al  creador,  la  única  respuesta  del creador  a  lo  creado.  Reconocer  qué  es  el  amor  te  llevará  de  regreso  a  Dios  y  a  tu  Ser. 

Todo  sentimiento  resulta  del  amor  o  de  la  falta  de  amor.  No  hay  más  motivos  que estos  dos.  Todos  los  sentimientos  son  generados  por  el  corazón  y  no  tienen  nada  que  ver con  el  cuerpo.  El  corazón  del  cuerpo  es  el  altar  donde  presentas  todas  tus  ofrendas  a Dios.  Las  ofrendas  son  amor  o  falta  de  amor.  La  falta  de  amor  es  igual  a  nada.  Por  lo tanto,  todas  las  ofrendas  hechas  desde  un  lugar  que  no  sea  el  amor  son  nada.  Todas  las ofrendas  hechas  desde  un  lugar  de  temor  o  culpa  son  nada. 

El  amor  es  la  condición  de  tu  realidad.  Es  tu  forma  humana,  el  corazón  debe  latir  para que  tu  vida  tenga  lugar.  Ésa  es  la  naturaleza  de  tu  realidad.  El  amor  es  tan  esencial  para tu  ser  como  el  corazón  lo  es  para  el  cuerpo.  Por  lo  tanto,  sin  amor  no  existirías.  El  amor está  presente  aun  sino  eres  consciente  de  él,  como  no  eres  consciente  de  los  latidos  de  tu corazón.  Un  bebé  no  está  menos  vivo  porque  no  sepa  que  su  corazón  late.  Tú  no  eres menos  Ser  aun  cuando  no  te  des  cuenta  de  que  sin  amor  no  existirías. 

El  único  pensamiento  de  Dios  es  el  amor.  Es  un  pensamiento  ilimitado,  infinitamente creador.  Por  la  extensión  del  pensamiento  de  amor  de  Dios,  tú  existes.  Y  yo  existo  contigo en  ese  mismo  pensamiento.  No  comprendes  esto  simplemente  porque  no  comprendes  la naturaleza  de  tus  propios  pensamientos.  Los  has  situado  dentro  de  tu  cuerpo,  y  concebido en  forma  que  no  tienen  sentido. 

Pero  cuando  aplicas  tu  pensamiento  al  aprendizaje,  aprendes.  Que  esto  te  sirva  de aliento.  Ésta  es  una  capacidad  que  podemos  utilizar  juntos  para  aprender  de  nuevo.

Mientras  busques  un  Dios  con  forma  física  no  podrás  reconocer  a  Dios.  Todo  lo  real proviene  de  Dios.  Nada  irreal  existe.  

Cada  persona  que  pasa  de  esta  vida  a  la  siguiente no  aprende  un  gran  secreto,  sino  simplemente  toma  conciencia  de  que  el  amor  es  todo  lo que  existe.  Nada  irreal  existe.  Piénsalo  tú  mismo:  si  fueses  a  morir  mañana,  ¿qué  sería significativo  para  ti  hoy?  Sólo  el  amor.  Esta  es  la  clave  de  la  salvación.

Seguir  identificando  incorrectamente  al  amor  es  seguir  viviendo  en  el  infierno.  Aunque muchos  buscan  evitar  los  altibajos  de  las  emociones  intensas,  es  en  ese  punto  medio  de una  vida  sin  pasión  donde  el  infierno  se  solidifica  y  adquiere  realidad.  

Calificas  al  gozo  de cielo  y  al  sufrimiento  de  infierno  y,  creyendo  que  hay  más  opciones  que  estas  dos,  buscas un  término  medio  para  tu  realidad.  Una  vida  con  pocos  goces  y  pocos  sufrimientos  es considerada  exitosa,  mientras  que  una  vida  de  gozo  es  considerada  sueño  y  una  vida  de sufrimiento,  pesadilla.

Una de las más nocivas creencias, es el amor y el sufrimiento mezclados inseparables. 

El  alma  es  como  una pequeña  semilla,  que experimenta un estímulo y se siente impulsada desde dentro a buscar el sol, todo su ser se siente empujado por un fuego interno a crecer, a atravesar la tierra oscura que la cubre y a crecer sin prisa, pero sin pausa hacia lo alto. El gran dilema es que esa “hambre” del yo por el Tú perfecto, eterno, omnipresente e incondicional se ha nutrido con alimentos que distan mucho de satisfacerla. 

El hombre y las culturas en general han buscado a Dios fuera de su  propio  ser,  separando  la  creatura  del  Creador  o  en  el  mejor  de  los  casos, lo han tratado de entender con su saber y su ciencia, restándose del banquete que significa poder sentir y gustar a Dios en todas las dimensiones que conforman al ser humano como persona. 

En este artículo, iremos viendo cómo es posible decodificar la presencia amorosa del Señor en la corporalidad, en el mundo de las emociones, en la razón y también en el espíritu. Todo lo que somos nos permite conectarnos vitalmente con el TÚ que nos insufla la vida; sólo es necesario limpiar y purificar cuánto del yo ha invadido el espacio de Dios dentro de nosotros y en la relación con los demás. Como persona, hijo e hija hecho a la imagen y semejanza de Dios, tenemos la  semilla  y  la potencia  de entrar en  permanente  relación,  diálogo,  relación con el que nos creó. 

Ninguna  oración  -  y  una  oración  no  es  más  que  una  ferviente afirmación  de  lo  que  ya  es-  queda  sin  respuesta.  Cualquier oración  -  cualquier  pensamiento,  cualquier  afirmación, cualquier  sentimiento  -  es  creador.  En  la  medida  en  que  sea fervientemente  sostenido  como  una  verdad,  en  esa  misma medida,  se  hará  manifiesto  en  vuestra  experiencia. 

Cuando  se  dice  que  una  oración  no  ha  sido  respondida,  lo  que realmente  ocurre  es  que  el  pensamiento,  palabra  o sentimiento  sostenido  de  modo  más  ferviente  a  llegado  a  ser operativo .  

Pero  lo  que  has  de  saber  -  y  ese  es  el  secreto  -  es que  detrás  del  pensamiento  se  halla  siempre  otro pensamiento  -  el  que  podríamos  llamar  Pensamiento Promotor  -,  que  es  el  que  controla  el  pensamiento. 

Por  lo  tanto,  si  rogáis  y  suplicáis,  parece  que  existe  una posibilidad  mucho  menor  de  que  experimentéis  lo  que pensáis  que  habéis  decidido,  puesto  que  el  Pensamiento Promotor  que  se  halla  detrás  de  cada  súplica  es  el  de  que  en ese  momento  no  tenéis lo  que  deseáis.  Ese  Pensamiento Promotor  se  convierte  en  vuestra  realidad. 

El  único  Pensamiento  Promotor  que  puede  ignorar  este pensamiento  es  uno  fundado  en  la  fé  en  que  Dios  concederá cualquier  cosa  que  se  le  pida,  sin  falta.  Algunas  personas poseen  este  tipo  de  fe,  pero  muy  pocas. El  proceso  de  la  oración  resulta  mucho  más  fácil  cuando,  en lugar  de  creer  que  Dios  siempre  dirá  “sí”  a  cada  petición,  se comprende  intuitivamente  que  la  propia  petición  no  es necesaria.  Entonces  la  oración  se  convierte  en  una  plegaria de  acción  de  gracias.  No  es  en  absoluto  una  petición,  sino una  afirmación  de  gratitud  por  lo  que  ya  es. 

Cuando  dices  que  una  oración  es  una  afirmación  de  lo  que  ya es,  ¿estas  diciendo  que  Dios  no  hace  nada,  que  todo  lo  que ocurre  después  de  una  oración  es  un  resultado  de  la  acción  de rezar? Si  crees  que  Dios  es  un  ser  omnipotente  que  escucha  todas  las oraciones,  y  responde  “sí”  a  unas,  “no”  a  otras,  y  “ya veremos”  al  resto,  estás  equivocado.  

¿Por  qué  regla  de  tres decidiría  Dios? Si  crees  que  Dios  es  quién  crea  y  decide todo  lo  que  afecta  a vuestra  vida,  estás  equivocado. Dios  es  el  observador no  el  creador.  Y  Dios  está  dispuesto  a ayudaros  a  vivir  vuestra  vida,  pero  no  de  la  manera  que supondríais. 

La  función  de  Dios  no  es  crear,  o  dejar  de  crear,  las circunstancias  o  condiciones  de  nuestra  vida. Dios  nos  ha creado  a  nosotros,  a  imagen  y  semejanza  suya.  Nosotros habemos  creado  el  resto,  por  medio  del  poder  que  Dios  nos  ha dado.  

Dios  creó  el  proceso  de  la  vida,  y  la  propia  vida  tal como  la  conocéis.  Pero  Dios  os  dio  el  libre  albedrío  para hacer  con  la  vida  lo  que  queráis. En  ese  sentido,  vuestra  voluntad  respecto  a  vosotros  es  la voluntad  de  Dios  respecto  a  vosotros. Estáis  viviendo  vuestra  vida  del  modo  como  la  estáis viviendo,  y  Yo  no  tengo  ninguna  preferencia  al  respecto. Esa  es  la  grandiosa  ilusión  de  la  que  participáis  Que  Dios  se preocupa de  un modo u otro por lo que hacéis. 







Namaste







La luz, expresión del amor interior.


Meditación de Luz Interior.
Expresión del amor en equilibrio




Ahora es el tiempo de un nuevo principio. Yo Soy un Co-Creador y hay un nuevo cielo que viene a medida que la buena voluntad del universo es expresada sobre la Tierra. Es el Reino de la Luz, el Amor, la Paz y el Entendimiento. Y yo estoy haciendo mi parte para revelar su realidad. Comienzo conmigo, Yo Soy un alma viviente y el Espíritu del Universo habita en mí, como yo en él. El creador y yo somos UNO. En verdad… Yo Soy el que Soy.

Lo que es la Verdad sobre mi, es la Verdad sobre todos; porque el TODO por el TODO es el UNO. Veo el Espíritu del Universo en cada alma. Y a cada hombre, mujer y niño en la Tierra yo le digo: Te Amo, porque Yo Soy Tú y Tú eres Yo. Tú eres mi divino Ser. Ahora abro mi corazón y permito que la esencia pura del Amor incondicional fluya. Lo veo como una Luz Dorada irradiando desde el centro de mí Ser y siento su vibración divina en y a través de mí, por encima y por debajo de mí.

YO SOY UNO con la Luz
YO SOY pleno de Luz
YO SOY Iluminado por la Luz
YO SOY TÚ, TÚ ERES YO
SOMOS LA LUZ

Con el Propósito en mi mente, envío la Luz. Permito que el resplandor surja a través de mí para fundirse con otras luces. Yo sé que esto está ocurriendo sobre todo el mundo en este momento. Yo veo las luces uniéndose. Existe ahora una sola Luz. Nosotros somos la Luz del mundo. Una sola Luz de Amor, Paz y Entendimiento está en movimiento. Fluye a través de la faz de la Tierra, tocando e Iluminando a cada alma en la sombra de la Ilusión.

Y en donde hubo oscuridad, ahora existe la Luz de la realidad. Y el resplandor crece, permeando, saturando a cada forma de vida. Existe solamente la vibración de una vida perfecta ahora. Todos los reinos de la Tierra responden y el planeta está vivo con la Luz y Amor. Existe la unidad total, y en ésta unidad expresamos la palabra. Que el sentido de la separación sea disuelto. Que la humanidad retorne a la divinidad. Que la Paz surja en cada mente. Que el Amor fluya de cada corazón. Que el Perdón reine en cada alma. Que el Entendimiento sea el lazo común. Y ahora desde la Luz del Mundo, la Única Presencia y Poder del Universo responde.

La Actividad del Universo es Sanar y Armonizar al planeta Tierra. Se manifiesta la Omnipotencia. Estoy observando la salvación del planeta ante mis propios ojos, a medida que todas las creencias falsas y los patrones erróneos están disolviéndose. El sentido de la separación ya no existe, la sanación se ha efectuado, y el mundo regresa a la salud perfecta. Éste es el principio de la Paz en la Tierra y la Buena Voluntad para todos, a medida que el Amor fluye en cada corazón, el Perdón reina en cada Alma, y todos los corazones y las mentes ahora son UNO en el Entendimiento Perfecto del Amor Cósmico infinito y eterno...

En lo profundo del centro de mi ser hay una fuente infinita de amor. Ahora permito que este amor aflore a la superficie. Este amor llena mi corazón, mi mente, mi conciencia, mi ser, e irradia en todas las direcciones y retorna a mí multiplicado.
Cuanto más amor utilizo y doy, más tengo para dar; la provisión es infinita. El empleo del amor me hace sentir bien, es una expresión de mi alegría interior.

Me amo, por lo tanto, cuido mi cuerpo amorosamente. Con amor lo sustento con alimentos y bebidas que lo nutren; con amor lo arreglo y lo visto y, mi cuerpo responde con amor, con salud y energía vibrantes.

Me amo, por lo tanto me procuro un hogar acogedor, un hogar placentero que llena todas mis necesidades. Lleno todas las habitaciones con las vibraciones del amor, para que todo el que entre, yo incluida, se inunde de amor y se nutra con él.
Me amo, por lo tanto realizo un trabajo que disfruto, un trabajo que utiliza todos mis dones y capacidades; trabajo con y para personas que amo y que me aman y, tengo buenos ingresos.

Me amo, por lo tanto pienso con amor y me comporto con amor con todas las personas, porque sé que lo que doy vuelve a mí multiplicado. Sólo atraigo a personas amables a mi mundo, porque ellas son un reflejo de lo que soy.
Me amo, por lo tanto perdono y libero el pasado y las experiencias pasadas y, soy libre.

Me amo, por lo tanto vivo totalmente en el presente, experimento cada momento como algo bueno y, sé que mi futuro es brillante, dichoso y seguro, porque soy una criatura amada del Universo y el Universo cuida de mí con amor, ahora y siempre.
Me amo.



Namaste






La Consciencia de la Sabiduría






La sabiduría consciente resulta de aceptarla, no simplemente de añorarla o considerar que es algo que viene con el futuro. El futuro pocas veces otorga a los sabios algo y mucho menos va a otorgar la afirmación de que los son. Es sabio aquel que puede profundizar en su pensamiento y reconocer que el aprendizaje ya vivido es suficiente para considerar que puede observar con sabiduría todo aquello que viva a partir de ese momento.

La sabiduría no se otorga con los años, simplemente aquellos que pueden valorar lo que son desde el interior profundizan en su sabiduría; la inteligencia se ha dado a todos aquellos que en el plano consciente profundizan en un aprendizaje; la inteligencia se ha dado para aquellos que pueden definir la vida y que pueden al mismo tiempo enumerar los hechos a través de los positivos y los negativos; la inteligencia se ha dado para que aquellas grandes teorías que intentan definir la vida y el mundo e incluso a los mismos seres pero la sabiduría se ha otorgado para aquellos que sin necesidad de vasto conocimiento puedan profundizar en las fibras sensibles de su alma y de su esencia para obtener verdaderamente lo maravilloso que son.

No se necesitan grandes teorías para sacar a flote aquello que verdaderamente existe dentro de ustedes ni tampoco se requiere de acontecimientos que pongan a prueba su inteligencia y su capacidad mental así como su capacidad espiritual para que puedan detonar esa sabiduría que ya existen ustedes. Aquel que piensa con sabiduría y también con inteligencia va a obtener mejores resultados de aquello que vive en la vida misma y eso significa darle un significado diferente a todo aquello que acontece en la realidad.

Están inmersos en un sinfín de acontecimientos con un sinfín de seres y con un sinfín de teorías todas posibles y verdaderas porque han sido creadas por aquellos seres consientes con los que comparten el espacio, pero es cierto que para que estas teorías resulten sabias necesitan ser vividas con la experiencia misma de un Ser que puede compartir y ser consciente.

La consciencia de la sabiduría radica en no esperar todo aquello que simplemente se debe ya de observar, el que visualiza con ojos de sabiduría puede entender que los mensajes de la vida no se dan en una sola exhibición sino que son paulatinos, al mismo grado de conciencia que va a necesitando y adquiriendo el ser humano. El ser humano es un ser consciente desde que llega a la Tierra; empieza a tener las vitalidades, es decir, todo aquello que el ser humano necesita para considerarse humano, esos ciclos de la vida y esa situación que trae la mente para poder llevar a cabo todo aquello que dentro de la naturaleza se considera como normal, digamos que entonces es un pequeño gramo de sabiduría que trae la existencia humana, pero se desarrolla a través del aprendizaje consciente todo aquello que se puede enumerar como un Ser sabio.

Y en esta realidad de enumerar al Ser sabio, nos basamos en decir que todos los que los rodean son sabios hasta el momento que se descubran y los seres no necesitan edad para descubrirse solo necesitan la magia para encontrarse. Hay seres sabios que son sumamente pequeños en cuanto a lo que el ser humano cuantifica como edad. Los Seres más sabios son los más pequeños porque son los que viven más fácil, sin tantas preguntas y sin tantos conflictos, porque se han atrevido a vivir la vida como es, no la cuantifican, no la califican, la disfrutan y la sabiduría está en no preguntar tanto, sino simplemente en afrontar todo aquello que ocurra de la manera que debe de ocurrir pero siempre como una respuesta tan suspicaz que resulta tan simple y tan sabia que hace que todo aquello resulte ser más llevadero.

Es entonces cuando la sabiduría de encontrarse no radica a través de la edad como lo he mencionado; es sabio aquel que decide ser sabio, aquel que se encuentra y descubre la magia dentro de si. La espiritualidad no es una cuestión que deba de ser sumamente consciente, debe ser consciente solo a través de la esencia y de lo profundo del alma pero no consciente con los conocimientos.

Los conocimientos son un brinco hacia la realidad, pero pueden seguir brincando en el mismo sitio y no encontrar espiritualidad en ninguna parte. Para ser espiritual no necesitan tantas teorías, necesitan una teoría o quizás muchas, pero simplemente encontrarse, me refiero a que esto no es la inteligencia de los conceptos y de las teorías los que les van a dar la pauta para existir, existen a través de lo que ustedes toman para sí mismos y para compartir con el resto El resto de la vida y el resto de los seres. La sabiduría es un proceso espiritual, mágico también, pero también es un proceso misterioso de soltar a la realidad y a ustedes mismos la capacidad y la oportunidad para descubrir todo aquello que se espera pero que simplemente se debe de reconocer.

En la espera de la sabiduría ustedes dejan pasar bastantes realidades y una de ellas es la oportunidad de vivir, esperan que llegue algo tan grande que los haga ser sabios, pero eso tan grande que los va a hacer sabios ha sido la vida misma; como aquel pequeño que llegó con ese pequeño gramo de sabiduría para desempeñar lo que era un ser humano y después redescubrirse. En la vida misma  la sabiduría es un redescubrimiento de lo que verdaderamente son. Encuentren lo que ya han sido y lo que siempre han sido y no han dejado de ser, pero que han olvidado que pertenecen a… pertenecen a ese gran universo de conocimiento, a ese colectivo que los hace coexistir y existir en este momento, en esa constante realidad que los hacen compartir un aprendizaje y sabiduría.

La vida es sabia y ustedes son sabios, no se han elegido vidas y no se han elegido sabios para compartir una realidad que ha resultado indistinta, sino que es tan precisa que ocurre en el mismo instante en que se piensa, es decir, que todo es una causa y un efecto perfecto y tan preciso que si el sabio cree más en su realidad que en su tiempo, todo lo va a observar con la plena sabiduría de que ya es un hecho.


Namaste