viernes, 27 de enero de 2017

¿Cómo se puede creer a quien no cree en sí?








Es complicado llegar a tener consistencia en algo cuando está quebrada la fe en uno mismo. Y esto sucede porque se depositó fuera la fe propia.

Hubo una vez y muchas veces que te insistieron en que debías de creer en lo que te decían que tenías que creer y no en aquello que emanaba naturalmente de ti. Te convencieron así para que te hicieras de creencias ajenas en una batalla que no era la tuya, cayendo y sucumbiendo finalmente en la refriega. Y llegado a tal punto, ni las creencias que te impusieron ni las tuyas olvidadas poseen fuerza para seguir a lado alguno.

No te pido que creas mis palabras. Sería más de lo mismo. Lo que te solicito es que analices lo que expongo y encuentres cierta lógica dentro de la ilógica por la que tu vida ha ido discurriendo hasta ahora. Distinto es creer en puntos de vistas de otros sin haberlo sopesardo, escrutado, referenciado, reflexionado... Todo aquello desde lo que se parta sin que tenga un fundamento interior es un callejón sin salida, un camino a ninguna parte...

Si no crees en ti, ¿a qué puerto me puedes conducir? Si quieres que te siga a alguna parte no será porque crea en ti, sino porque creo en mí tras examinar tu visión, tu percepción, tu iniciativa, tu propuesta. Qué hago mías desde la atención, la introspección, la concentración, la meditación... ¿Cómo puedo embarcarme en un buque con alguien que se llama capitán, pero que nada sabe de la mar ni de navegar?

Sólo cuando una persona tiene una base sólida que pueda demostrarse a sí misma, aunque no les sirva a los demás, se puede volar y navegar por donde nadie lo haya hecho jamás. Entonces te seguiré sin dudar, pues puedo creer en quien en sí cree de verdad.


Reconocerse

Una experiencia que parece algo banal, absurda o surrealista puede traer mucho.

Eso pasó hace unos días. Después de hablar con una amada ashrá, sobre un tema, me recordó que "lo malo" es como un regalo.

Cuando se entra a jugar con los sentimientos y emociones, eso conlleva sentirnos víctimas, rechazados, dolidos o sentirnos superiores, con falso poder, con necesidades de los demás, con luchas, etc. y de haber caído en ese batiburrillo del ego, "ese lo malo es como un regalo", me recordó que saliera de ahí y mirara hacia adentro para finalmente, poder ver con perspectiva y sin identificación con ello.

La situación era sentirse decepcionado por ver que algunas personas no son como aparentan ser, porque se te cae un velo (que yo mismo creé), por ver cómo se valora más lo que es útil, con fines secundarios, aquello con lo que se puede sacar partido. Por ver que la igualdad que se manifiesta, en la práctica es otra cosa, que las cosas son más condicionales de lo que se venden. Que tras la aparente humildad, existe el interés por uno y el reconocimiento de uno. Y eso no es algo que vea negativo, el mirar por uno es amor propio, pero no cuando viene con careta de "lo hago por los demás, qué buena persona soy...". Eso es un engaño. (De hecho cuando hay suficiente amor en uno, lo que sale es compartirlo, pero de forma desinteresada, el amor no es guardar, es dar).

¿Y qué puedo hacer con esto? ¿Quejarme, luchar contra la realidad para que sea como mi ego quiere que sea? ¿Imponer lo que yo quiero que otros vean? ¿Continuar luchando contra algo que no depende de mí cambiarlo?

No más luchas. Soltar, liberar eso. Aceptar que es así. Eso es así, a quien le molesta es a mi ego. Y mi ego me ha de dar igual. Sólo busca reconocimiento y tener la razón. Querer que las cosas sean como cree mi ego que tienen que ser... ¡qué poca libertad y qué opresión hacia mí mismo y hacia esa situación!

Como por costumbre las cosas se buscan afuera, esa falta de reconocimiento se proyecta en otros. Y genera frustración. Al enfocarse en lo que no es ego, en la conciencia o como cada uno lo llame, lo que está más allá de las emociones, ese ego propio, lo que busca es reconocimiento, ser aceptado.  Al llevarlo hacia adentro, y tener un diálogo interno, ese ego dolido, se apacigua. Porque está encontrando dentro, un reconocimiento, como un niño con una rabieta que al ser escuchado se calma... un espacio donde ser aceptado. Y esto se transforma. Porque en el momento en que dentro hay aceptación, ya no se busca afuera ni se lucha con lo externo.

Y ahí se percibe que ese reconocimiento interior ya no depende de nada externo. Y se percibe que cada uno tiene su ego, sus luchas y es su historia lo que haga o no haga con ello. Y se deja de querer interferir en los otros y en lo externo.

Y quién quiera que siga buscando el reconocimiento y la utilidad mutua, y las mil caretas que usa el ego para vender lo que sea que quiere vender. Y quien se necesite y utilice y se deje utilizar allá cada uno... y si encima viene con engaño hacia uno mismo, allá cada uno... En el fondo aquello que se ve como "lo malo es un regalo".

Es el regalo de ver y percibir que se puede encontrar ese reconocimiento que busca el ego, dentro de uno. Esa aceptación. Y si no es el momento de otros, y siguen en juegos externos de búsqueda y en ese batiburrillo, no es mejor ni peor, es el momento de aprendizaje de cada uno, por lo que sea se mantienen ahí... y cada uno está donde ha de estar, dependiendo de las capas que se ha ido quitando.

Y esa igualdad que va de la mano del respeto. Y de la mano viene también el ser educado, algo que se percibe y se entiende a través de la empatía. Y se percibe dentro que ninguno es mejor o peor, eso es cosa del ego. En el que a veces se cae, se juzga, se lucha contra algo por querer cambiarlo y otras se sabe ver en perspectiva, sin identificación con todo eso.

Y tal y como he empezado, acabo. Las cosas más absurdas que nos rodean, vienen con regalos. (Y digo absurdas porque en este caso, la situación podría considerarse absurda).

Así que, al final, todo esto se agradece.




martes, 24 de enero de 2017

Consciencia










Son muchos los ámbitos, del espiritual al científico, en los que se habla cada vez de “consciencia” y “estados de consciencia”. ¿Qué significan ambas expresiones? Pues acudiendo al Diccionario de la Lengua Española, la consciencia se asocia a dos capacidades estrechamente interconectadas: la de reconocer la realidad que hay a tu alrededor y la de conocerte a ti mismo. Y el estado de consciencia también está ligado a estas dos capacidades y consiste en la percepción que uno tiene de sí mismo y de los demás, de su vida y las de los otros, del mundo y lo que en él sucede, de la muerte, de la divinidad… Es, en definitiva, la visión de las cosas con la que andas por la vida. Eso sí, esta visión es distinta para cada ser humano, pues cada cual tiene la suya, e incluso para una misma persona no siempre es igual, porque va evolucionando como consecuencia de las experiencias que vive y, sobre todo, de cómo las vive.

Por tanto, aunque la consciencia es algo objetivo en cuanto a su conceptualización (la doble capacidad a la que se ha hecho mención), se plasma de modo íntimo en cada persona y en cada momento de su vida por la vía de las experiencias. Y esta plasmación configura su estado de consciencia, que está siempre en evolución (más lenta o más rápida, según los casos).

Ahora bien, aunque la evolución de la consciencia es individual, cuando alguien abre nuevas puertas conscienciales para sí mismo, esto repercute en el estado de consciencia de la humanidad, que viene a ser algo así como la suma de los estados de consciencia de cada uno de sus integrantes. Algunos científicos lo han llamado campo mórfico o morfogenético y han explicado que la evolución del estado de consciencia global, siendo impulsado por el de cada cual, retroalimenta, igualmente, el de todos y cada uno de los miembros de la especie. Por lo que la evolución del estado de consciencia, siendo personal, es también colectiva; y la colectiva influye en la individual. Pero, ¿en qué consiste tal evolución? Expresado coloquialmente: ¿de dónde viene y hacia dónde va?

En cuanto a lo primero, la humanidad tuvo en su origen una consciencia prehomínida, desde la que, por las experiencias vividas a lo largo de milenios, se progresó a otra mágica, luego mítica y, finalmente, mental y racional. El resultado ha sido el nacimiento y la consolidación del «yo» y la percepción de uno mismo y de los demás como individuos, como sujetos. De este modo, se ha ido forjando en la humanidad una consciencia asociada a ese yo, la consciencia egoica, que, retomando lo indicado por el Diccionario de la Lengua, cuenta dos grandes señas de identidad: la capacidad de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella se centra en el uso de los sentidos corpóreo-mentales y se practica a través de los medios, la información y la interpretación que ellos facilitan; y el conocimiento que el sujeto tiene de sí mismo viene dado por la identificación con su yo físico, mental y emocional y con su personalidad creada desde la experiencia de la individualidad en libre albedrío.

Sobre estos dos pilares se han construido las pautas civilizadoras de las que proceden la forma de vida de cada persona y el modelo de sociedad imperante en la humanidad; es decir: el sistema socioeconómico en sentido amplio; las instituciones y su gestión política; los paradigmas y sistemas de creencias; las normas morales y las escalas de valores; el estilo de vida y los hábitos, conductas y comportamientos colectivos e individuales; la ciencia y el enfoque y utilización de los avances tecnológicos; las ideologías, credos y religiones; etcétera. En todo ello se halla subyacente la citada consciencia egoica y todo ello es, a su vez, manifestación y expresión de la misma.

Sin duda, el «yo» (autopercepción como sujeto; identificación con el yo físico, mental y emocional; asociación a una personalidad forjada desde la experiencia de individualidad; y gestación de una consciencia egoica como lógica consecuencia de lo anterior) constituye un éxito de la evolución. Pero, a su vez, llegado un punto concreto del proceso evolutivo, supone un obstáculo para que la evolución continúe su avance. Esta es precisamente la tesitura consciencial, nunca mejor dicho, en la que actualmente se halla el género humano y, por tanto, tú mismo.

Una tesitura que te sitúa y nos sitúa ante la necesidad de impulsar una expansión de la consciencia. ¿Qué implica y comporta? Fundamentalmente, darse cuenta de que el ser humano es mucho más que su yo físico, mental y emocional -acabando así con el aferramiento al «yo»- y goza de potencialidades y capacidades para comprender la realidad de una manera que resulta imposible para la mente concreta, que, teniendo facultades prodigiosas, es un instrumento muy limitado para entender, ver y vivir la vida.

Muchos piensan todavía que la identificación con el yo físico, mental y emocional y la consciencia egoica constituyen la única vía para saber y comprender. Sin embargo, esto es tan ridículo como lo fue la creencia de que la Tierra era el centro del universo. Con esta concepción, la humanidad se ha instalado en un gran egocentrismo, que es la causa de los problemas, los conflictos y el sufrimiento que sientes en tu vida y en el mundo. Para salir de esta limitación, es momento de dar un paso en el proceso evolutivo y adentrarse en otro estado de consciencia desde el discernimiento de que la auténtica y genuina existencia del ser humano no es la consciencia egoica del yo, sino la consciencia del Ser, que es algo que no nace y no muere.

Esto abre las puertas a una nueva visión que se relaciona con lo transpersonal y que, sin rechazar ni renunciar a la diversidad, sino todo lo contrario, percibe la Unicidad en la constatación de que somos uno con todo. Lo que no es algo teórico, ni teológico, sino eminentemente práctico. Y tiene rotundas e importantísimas repercusiones en la vida de cada uno -de hecho, sólo por medio de esta expansión de la consciencia podrás tomar y llevar realmente el mando de tu vida- y en el devenir colectivo y social.





viernes, 13 de enero de 2017

Los tatuajes y la Iniciación Ivrí









En cierta ocasión me preguntó una persona ¿Qué tiene de malo, mostrar mi respeto y amor por la kabbalah, tatuándome las escrituras en MÍ cuerpo? ¿Tatuarme el Nombre de Dios, no es una protección? 

Particularmente me es muy difícil entender una Kabbalah des-contextualizada del ámbito de la Torah. Si bien puedo entender la diferencia entre la religiosidad común, como el concepto de re-ligar mediante la manifestación de seguir unos patrones morales determinados, un dogma y un culto, de la iniciación que implica el cumplimiento de las Mitzvot, visto de esa manera la "Torah de Israel" no es una "Religión".

Todavía me sorprendo, pero trato de entender, pues sus maestros han hecho un esfuerzo por separar la "Kabbalah" de lo que ellos llaman "Judaísmo religioso", cuando escucho a algunas personas usando los términos "Biblia Judaica" y "Biblia Kabbalista" para distinguir dos ediciones distintas (esto es de editoriales distintas) del Tanaj, en su lengua original. Y se me sale el profesor (no maestro) que tengo adentro, para tratar de explicarles que a lo que realmente se refieren es, a dos niveles distintos de interpretación del Tanaj, Peshat "literal" y a Sod "Secreto",  y no a dos Tanaj distintos. 

Debo decir también, que la Kabbalah (esto es, interpretando en la dimensión más profunda del Tanaj) dice que sólo debemos desear un cambio interior y la observación interior, a través del cual el Creador se revela en nosotros, esto es a lo que se llama "revelar la Luz". Dejando a la externalidad, y a los aspectos corporales, sólo a su existencia mínima. Es decir  que "Estar en Kabbalah" verdaderamente es más, vivir de acuerdo a las leyes del Creador con una conciencia muy profunda, y transformarnos Interiormente, alcanzando la corrección del deseo egoísta, a través del estudio de la Torah, las acciones de Bondad y el servicio Divino, que tener una Mezuzah?? en la cartera para protegerme? o tatuarme un nombre de Dios en mi cuerpo, Kabbalah es vivir en lo interno, no en lo externo, de amuletos.


La Torah prohíbe los tatuajes, la fuente de esta prohibición es Levítico 19:28: 

"No grabarás un tatuaje en tu cuerpo". 

Esta prohibición se aplica a todos los tatuajes, también a los de indole religiosos, que no son más que creencias externas de fetichismo pseudo-espiritual.




Aunque algunos iniciados Ivri creen que éste es uno de los jukim de la Torah, los mandamientos que superan el intelecto humano, igualmente hay iniciados Ivrí que ofrecen algunas explicaciones para esta prohibición:

1) El cuerpo humano es una creación Divina, y por lo tanto es inapropiado mutilar la obra de Di-s, especialmente para los miembros del pueblo elegido por Di-s. Uno debe creer que Di-s, el artesano más grande de todos, nos creó de la manera más apropiada a su imagen y semejanza, y no debemos cambiar esta forma. Cambiar el cuerpo (salvo por razones de salud) es equivalente a insultar la obra de Di-s.

2) Antiguamente se acostumbraba que los devotos de un ídolo se tatuaran como muestra de pertenencia a esa deidad, al igual que un animal es marcado por su dueño. En muchas ocasiones la Torah prohíbe las prácticas que emulan las costumbres paganas -considerando que seguir sus tradiciones es el primer paso hacia las creencias idólatras, al alejamiento del amor y por lo tanto generadoras de karma.

3) La piel es un órgano externo y por lo tanto recibe la energía cósmica. Los libros de Hashem fueron escritos originalmente en piel, la piel humana es el pergamino de la energía interior y los retículos vivientes de la presencia que son emitidos por el Cristos-Solaris. Los tatuajes cualquiera sea, incluyendo los que lleven letras hebreas, son verdaderas manchas para el pergamino de la Torah interior, como manchas en las letras de un libro que borra o altera las energías interiores con las energías que vienen y van desde ese centro al universo.

4) Ya se ha notado en renacimientos karmicos, de personas que en vidas anteriores han tatuado su cuerpo, han comenzado a nacer con diferentes enfermedades cutáneas que obviamente serán mucho más comunes de observar en dos o tres décadas a futuro

Mostramos la Luz con nuestro cambio interior, que sí se manifiesta en nuestros actos exteriores y no mediante cosas externas.