Cuando te encuentras cara a cara con un autor ves su forma. Cuando lees sus palabras ves su contenido. Cuando dejas de ver con los ojos del ego, dejas de ver la forma y dejas de buscar la forma. Comienzas a ver el contenido.
De Dios todo lo que tienes es contenido. No hay forma que ver, sin embargo en el contenido se revela la forma. Esto es ver de verdad, pues el contenido es todo y la forma es nada.
El contenido de Dios es amor. Jesús encarnó a Dios encarnando al amor. Vino a revertir aquello que se pensaba de Dios, a poner fin a la visión de Dios desde la perspectiva humana de la venganza, el juicio y el castigo.
Jesús llevó a cabo esto no sólo encarnando a Dios en forma humana, sino también dando una imagen verdadera del poder. Antes de la venida de la palabra hecha carne, es decir de la encarnación, la única idea que la humanidad podía tener de un ser todopoderoso era la de alguien cuyo poder se asemejaba al de los poderosos de entonces. Jesús se manifestó en forma tan contraria a esta clase de poder que fue llevado a la muerte. Pero Jesús no se resignó a la impotencia, sino que enseñó el verdadero poder, el poder del amor, un poder probado por la resurrección.
Jesús, unido al Cristo en ti, puede enseñarte quién eres y cómo vivir como aquel que tú eres en un nuevo mundo. Puede abrirte el cielo y llevarte a través de sus puertas para cambiar por fin este mundo por tu auténtico hogar. Pero no es tu cuerpo el que pasará por las puertas del cielo, ni serán los ojos de tu cuerpo los que vean el nuevo mundo que contemplarás y llevarás contigo. Pretender ver un mundo físico de dimensiones y formas como el antiguo y querer transportarlo de un lugar a otro es un engaño.
El nuevo mundo no tiene que ver con la forma, sino con el contenido. Un contenido que es tan transmisible como las palabras de un autor sobre una página.
¿Cuántas personas viajarían al cielo si pudiesen subirse a un autobús y ser transportadas hasta él? Sin embargo, cada uno de ustedes alberga dentro de sí el poder para llegar al cielo. Conocerte tal cual eres es lo único que te permitirá abandonar el miedo a tu poder. Jesús aceptó su poder y de esa manera trajo el poder del cielo a la tierra.
Lo mismo puede enseñarte el Cristo en ti. Esto es apertura de la mente a los milagros. Esto es amor.
Esto es unidad. El Cristo en ti enseña sólo impartiendo un conocimiento que tú ya tienes y al que vuelves a acceder cuando te unes con tu verdadero Ser. Cuando realizas esto, tú te realizas. Porque estás completo. Pero si tu unión con Cristo es la realización y plenitud de todas las enseñanzas, ¿quién provee las lecciones? Jesús.
El Cristo en ti es tu identidad compartida.
Esta identidad compartida hizo que Jesús y el Cristo fueran uno. Los dos nombres significan lo mismo, pues la unidad es lo que siempre compartieron y compartirán. Tú eres eternamente uno con Cristo. La única forma en que puedes identificar a Jesús como algo diferente es si consideras al Jesús que fue hombre, el Jesús que existió en la historia. Es la misma forma en que te ves a ti como hombre o mujer, como un ser que existe en un momento determinado de la historia.
Esta condición tridimensional de tu visión es la naturaleza del problema. Si no puedes verte más que como un hombre o una mujer que vive en un lugar particular y en un determinado momento de la historia, no puedes ver tu Ser. Por lo tanto, Jesús viene a ti una vez más en una forma que puedes aceptar, y lo hace para llevarte más allá de lo que puedes aceptar, para llevarte a la verdad.
La opción por el amor crea amor. La opción por el temor crea temor ¿Qué opción crees haber hecho para crear el mundo que tú llamas hogar? Este mundo fue creado por tu elección, y una nueva elección puede crear un nuevo mundo. Pero debes saber que no hay más que estos dos. Amor o falta de amor. Y que el amor es lo único real.
Todo ser viviente tiene un corazón. Definiremos el corazón como el centro del ser, ese lugar de donde todo sentimiento emana. Todo sentimiento verdadero es amor. Todo amor alaba a Dios. Todo amor es un reconocimiento de la gloria de Dios y de todo lo que Dios creó. El amor es la única respuesta pura de lo creado al creador, la única respuesta del creador a lo creado. Reconocer qué es el amor te llevará de regreso a Dios y a tu Ser.
Todo sentimiento resulta del amor o de la falta de amor. No hay más motivos que estos dos. Todos los sentimientos son generados por el corazón y no tienen nada que ver con el cuerpo. El corazón del cuerpo es el altar donde presentas todas tus ofrendas a Dios. Las ofrendas son amor o falta de amor. La falta de amor es igual a nada. Por lo tanto, todas las ofrendas hechas desde un lugar que no sea el amor son nada. Todas las ofrendas hechas desde un lugar de temor o culpa son nada.
El amor es la condición de tu realidad. Es tu forma humana, el corazón debe latir para que tu vida tenga lugar. Ésa es la naturaleza de tu realidad. El amor es tan esencial para tu ser como el corazón lo es para el cuerpo. Por lo tanto, sin amor no existirías. El amor está presente aun sino eres consciente de él, como no eres consciente de los latidos de tu corazón. Un bebé no está menos vivo porque no sepa que su corazón late. Tú no eres menos Ser aun cuando no te des cuenta de que sin amor no existirías.
El único pensamiento de Dios es el amor. Es un pensamiento ilimitado, infinitamente creador. Por la extensión del pensamiento de amor de Dios, tú existes. Y yo existo contigo en ese mismo pensamiento. No comprendes esto simplemente porque no comprendes la naturaleza de tus propios pensamientos. Los has situado dentro de tu cuerpo, y concebido en forma que no tienen sentido.
Pero cuando aplicas tu pensamiento al aprendizaje, aprendes. Que esto te sirva de aliento. Ésta es una capacidad que podemos utilizar juntos para aprender de nuevo.
Mientras busques un Dios con forma física no podrás reconocer a Dios. Todo lo real proviene de Dios. Nada irreal existe.
Cada persona que pasa de esta vida a la siguiente no aprende un gran secreto, sino simplemente toma conciencia de que el amor es todo lo que existe. Nada irreal existe. Piénsalo tú mismo: si fueses a morir mañana, ¿qué sería significativo para ti hoy? Sólo el amor. Esta es la clave de la salvación.
Seguir identificando incorrectamente al amor es seguir viviendo en el infierno. Aunque muchos buscan evitar los altibajos de las emociones intensas, es en ese punto medio de una vida sin pasión donde el infierno se solidifica y adquiere realidad.
Calificas al gozo de cielo y al sufrimiento de infierno y, creyendo que hay más opciones que estas dos, buscas un término medio para tu realidad. Una vida con pocos goces y pocos sufrimientos es considerada exitosa, mientras que una vida de gozo es considerada sueño y una vida de sufrimiento, pesadilla.
Una de las más nocivas creencias, es el amor y el sufrimiento mezclados inseparables.
El alma es como una pequeña semilla, que experimenta un estímulo y se siente impulsada desde dentro a buscar el sol, todo su ser se siente empujado por un fuego interno a crecer, a atravesar la tierra oscura que la cubre y a crecer sin prisa, pero sin pausa hacia lo alto. El gran dilema es que esa “hambre” del yo por el Tú perfecto, eterno, omnipresente e incondicional se ha nutrido con alimentos que distan mucho de satisfacerla.
El hombre y las culturas en general han buscado a Dios fuera de su propio ser, separando la creatura del Creador o en el mejor de los casos, lo han tratado de entender con su saber y su ciencia, restándose del banquete que significa poder sentir y gustar a Dios en todas las dimensiones que conforman al ser humano como persona.
En este artículo, iremos viendo cómo es posible decodificar la presencia amorosa del Señor en la corporalidad, en el mundo de las emociones, en la razón y también en el espíritu. Todo lo que somos nos permite conectarnos vitalmente con el TÚ que nos insufla la vida; sólo es necesario limpiar y purificar cuánto del yo ha invadido el espacio de Dios dentro de nosotros y en la relación con los demás. Como persona, hijo e hija hecho a la imagen y semejanza de Dios, tenemos la semilla y la potencia de entrar en permanente relación, diálogo, relación con el que nos creó.
Ninguna oración - y una oración no es más que una ferviente afirmación de lo que ya es- queda sin respuesta. Cualquier oración - cualquier pensamiento, cualquier afirmación, cualquier sentimiento - es creador. En la medida en que sea fervientemente sostenido como una verdad, en esa misma medida, se hará manifiesto en vuestra experiencia.
Cuando se dice que una oración no ha sido respondida, lo que realmente ocurre es que el pensamiento, palabra o sentimiento sostenido de modo más ferviente a llegado a ser operativo .
Pero lo que has de saber - y ese es el secreto - es que detrás del pensamiento se halla siempre otro pensamiento - el que podríamos llamar Pensamiento Promotor -, que es el que controla el pensamiento.
Por lo tanto, si rogáis y suplicáis, parece que existe una posibilidad mucho menor de que experimentéis lo que pensáis que habéis decidido, puesto que el Pensamiento Promotor que se halla detrás de cada súplica es el de que en ese momento no tenéis lo que deseáis. Ese Pensamiento Promotor se convierte en vuestra realidad.
El único Pensamiento Promotor que puede ignorar este pensamiento es uno fundado en la fé en que Dios concederá cualquier cosa que se le pida, sin falta. Algunas personas poseen este tipo de fe, pero muy pocas. El proceso de la oración resulta mucho más fácil cuando, en lugar de creer que Dios siempre dirá “sí” a cada petición, se comprende intuitivamente que la propia petición no es necesaria. Entonces la oración se convierte en una plegaria de acción de gracias. No es en absoluto una petición, sino una afirmación de gratitud por lo que ya es.
Cuando dices que una oración es una afirmación de lo que ya es, ¿estas diciendo que Dios no hace nada, que todo lo que ocurre después de una oración es un resultado de la acción de rezar? Si crees que Dios es un ser omnipotente que escucha todas las oraciones, y responde “sí” a unas, “no” a otras, y “ya veremos” al resto, estás equivocado.
¿Por qué regla de tres decidiría Dios? Si crees que Dios es quién crea y decide todo lo que afecta a vuestra vida, estás equivocado. Dios es el observador no el creador. Y Dios está dispuesto a ayudaros a vivir vuestra vida, pero no de la manera que supondríais.
La función de Dios no es crear, o dejar de crear, las circunstancias o condiciones de nuestra vida. Dios nos ha creado a nosotros, a imagen y semejanza suya. Nosotros habemos creado el resto, por medio del poder que Dios nos ha dado.
Dios creó el proceso de la vida, y la propia vida tal como la conocéis. Pero Dios os dio el libre albedrío para hacer con la vida lo que queráis. En ese sentido, vuestra voluntad respecto a vosotros es la voluntad de Dios respecto a vosotros. Estáis viviendo vuestra vida del modo como la estáis viviendo, y Yo no tengo ninguna preferencia al respecto. Esa es la grandiosa ilusión de la que participáis Que Dios se preocupa de un modo u otro por lo que hacéis.
Namaste
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