
MEDITACIÓN Y SACRIFICIO
La personalidad humana es una estructura muy compleja. En los upanishads se la describe como compuesta de cinco vainas. Estas vainas no son como cajas vacías o como los pisos de un edificio; cada vaina está llena de conciencia y es un ser en sí misma.
Cada uno de estos seres-vaina tiene su propia y única vida y sus propias leyes de desarrollo. Cada una de ellas depende de un universo especial. El alimento viene del universo físico; la energía psíquica viene del Prana cósmico; el conocimiento viene de la mente cósmica; la consciencia del ser individual es un reflejo del Paramatman (el Ser universal) y la dicha del ser proviene de la dicha de Brahman. Cada uno de estos cinco seres pueden funcionar debidamente únicamente si se abren plenamente al nivel correspondiente de la Vida universal y por la renovación constante de este contacto.
Cuando este contacto o proceso de renovación es defectuoso, el ser se separa de la Vida universal y permanece sin desarrollarse. Esto es lo que sucede cuando llevamos una vida ignorante e inconsciente.
Para lograr el pleno desarrollo de cada vaina-ser y el crecimiento total de toda la personalidad, es preciso que cada vaina se abra plenamente a la Vida universal. Para esto es indispensable penetrar en cada vaina, comprender su funcionamiento, quitar sus efectos, purificarla, desarrollar sus poderes y abrirla de par en par a la Vida universal. Ahora bien, ¿es posible hacer esto?
El acto de penetrar y abrir cada vaina no pertenece a acciones físicas. Es mediante la expansión de la conciencia que nosotros nos ponemos en contacto con las vainas. Pero para esto debemos primero descubrir el centro de nuestra consciencia, es decir, el punto en el cual el Atman se manifiesta, el punto de contacto entre el yiva (ser individual) y el Paramatman. ¿Qué es este centro? Es el corazón espiritual o intelecto superior (dhi). Es el hall común o el vestíbulo a través del cual nosotros entramos en las vainas. Una vez que esta puerta interior se ha abierto, una vez que el centro espiritual ha despertado, el próximo paso es expandir esa conciencia más elevada por todas las vainas.
¿Cómo hacer esto? Por medio de la meditación. Los sabios de la antigüedad desarrollaron elevadas formas de meditación por las cuales lograron una profunda comprensión de la naturaleza real del hombre y del mundo. Con la ayuda de estas técnicas, nosotros podemos hacer llegar la luz del Atman hasta los más escondidos pliegues y rincones de cada vaina, purificarlas y abrirlas a la Vida universal.
Cuando logramos trascender el ego y poner bajo control a las distintas partes de la personalidad, bajo el control del Atman, toda nuestra vida se convierte en una gozosa participación en la evolutiva creatividad de lo Divino. Esta participación en la Vida divina a través de una más elevada conciencia se llama yagña (sacrificio) y a través de ello el individuo halla su lugar en la armonía cósmica; comienza a comprender que la vida no es algo carente de sentido, vacía o ilusoria. Y realiza que toda vida está, evolucionando hacia niveles más elevados de conciencia, libertad y dicha.
Al transformar la conciencia humana, este sacrificio acelera el proceso evolutivo y capacita al hombre para participar plenamente en la progresión evolutiva.
Debemos señalar en este contexto que el propósito del sacrificio no es el de llevar una vida feliz, bien ajustada a los requisitos sociales con un espíritu de 'toma y daca'. Esta clase de vida es apropiada para una persona prudente o servil, mediante la sumisión de su propio ego a un individuo dominante o a ciertos grupos sociales.
Yagña es fundamentalmente una disciplina espiritual y su propósito fundamental es transformar la conciencia humana. La armonía y paz que esta otorga son sólo productos secundarios de aquella conciencia elevada hacia la cual nos conduce directamente.
Yagña tiene dos dimensiones: vertical y horizontal. Por un lado conduce a niveles de conciencia más y más elevados y por el otro hacia una armonía cada vez mayor con la Vida universal. Aún en los niveles de conciencia más inferiores existe un proceso controlado que lo distingue de la inconsciencia, esa corriente impulsiva que maneja la vida común.
La idea fundamental de yagña que la distingue de otras disciplinas es: el logro de la suprema armonía por medio de la participación en la obra de Dios en el mundo. Los sabios Védicos llamaron a la suprema armonía, 'ritam'; Srí Ramakrishna la llamó 'bhava-mukha'. Es el punto convergente entre Dios y el mundo; entre lo sin-forma y lo con-forma; entre lo Absoluto y lo Relativo, o 'nitya y lila', como lo llamaba Srí Ramakrishna.
Esta experiencia integral es el conocimiento más maduro y perfecto de la Realidad total. Por medio de ella uno reconcilia todos los conflictos entre bien y mal; felicidad y pesar; esfuerzo propio y gracia divina, etc. A través de esta experiencia uno comprende que la única Realidad aparece tanto como impersonal o personal; sin forma y con forma; inmanente y trascendente.
Esta experiencia integral se logra, no escapando del mundo, sino participando en él con una correcta comprensión; y no solo mediante la meditación, sino combinándola con amor hacia todos como manifestaciones de lo Divino; no buscando únicamente nuestra propia salvación, sino buscando la liberación de todos (sarvamukti). Este es el ideal que sustenta el yagña. Es vivir en lo Divino, mediante lo Divino y volverse un canal abierto para lo Divino.
La vida humana es un canal para el fluir del poder divino. Yagña mantiene este canal abierto, purificándolo y quitándole los obstáculos. Al principio Dios aparenta estar en el extremo de este canal, como siendo el que recibe, como el que disfruta de nuestro sacrificio, como la meta de nuestra lucha. Pero a medida que progresamos nos damos cuenta que Dios es también el punto de partida; que Él es el eterno dador, en realidad el único dador, siendo todos los otros sólo distribuidores. Como dice el Guita: “Aquel Ser Primordial de Quien ha surgido este proceso eterno en el comienzo del Tiempo" [BG 15.4]. Todo proviene de Dios y todo vuelve a Dios, a través nuestro.
Cuando nosotros entendemos y realizamos esto, la diferencia entre sagrado y profano desaparece. Entonces vemos toda actividad como un acto de recibir de Dios o de dar a Dios. La vida de cada hombre no es otra cosa que un balance para Dios. Penetra en tu propia vida, examínala cuidadosamente y fíjate cuánto has recibido de Dios y cuánto Le has devuelto.
En la vida secular llevamos muy cuidadosamente nuestras entradas y salidas, o sea débito y crédito como lo llaman los contadores. Pero muy rara vez practicamos este hábito en nuestra conducta y experiencia diaria. Escuchar es un crédito o entrada; hablar es débito o salida. Aprender es crédito, enseñar es débito. Ser amado es crédito o entrada; amar es débito o salida. La salud es una entrada; la enfermedad es salida. Pureza es entrada, el pecado es salida. No es necesario que todas las entradas sean beneficiosas ni todas las salidas sean dañinas.
Si mantenemos tal estado de cuentas en nuestra vida diaria con la comprensión de que todo proviene de la Vida universal y a ella retorna, la vida diaria se convertirá en un yagña y la vida secular en vida espiritual.
Un aspirante espiritual es un Tenedor de Libros de Dios. Sabiendo muy bien que todo Le pertenece, vigila cuidadosamente todo lo que recibe de la Vida universal y observa cómo y cuánto ha usado.
El aspirante utiliza lo estrictamente necesario para su mantenimiento físico y espiritual. Esta forma de verdadera auto-negación es lo que significa 'tapas'. El resto lo devuelve a la vida universal. Permitir que las dádivas de la Vida universal fluyan libremente a través suyo para el beneficio de otros, libre de las obstrucciones del ego, es lo que significa ‘dana'. El verdadero ‘tapas' no es una mera austeridad que a menudo degenera en una auto-tortura; y verdadera 'dana’ no es una caridad egoísta.
Para un practicante de Karma Yoga, ‘tapas' y ‘dana' son dos métodos por los que él orienta su vida hacia la Vida universal. Como tal, ellas no son disciplinas especiales para ser practicadas en un momento específico (como por ejemplo, ayunar o hacer caridad en un día determinado); sino que constituye un doble principio general que convierte cada actividad en un sacrificio, un yagña, una disciplina espiritual.
Si el sacrificio o yagña es el cuerpo, tapas y dana son sus alas. Los tres juntos forman el cimiento de la vida espiritual, especialmente del Karma yoguin. Es por eso que el Guita dice, “Nunca debe abandonarse la practica de yagña, dana y tapas... Esta es mi firme y más elevada creencia.” [BG 1.5-6] Los Upanishads también declaran: "El sabio aspira a realizarlo (al Ser infinito) por medio del estudios de los Vedas, a través de yagña, dana y tapas."
Por su parte el Bhakta, el amante de Dios, lo hace a través de su oración y culto o adoración. Rezar es pedir a Dios; recibir de Dios. Todo lo que recibimos es el resultado de una oración, aunque nosotros no siempre somos conscientes de este hecho. Aún aquellos que no ruegan a Dios y están llenos de deseos y esperanzas, aunque no los expresen con palabras y pensamientos dirigidos a Dios, están rogando inconscientemente. En este sentido todos están constantemente rogando.
Lo que el aspirante espiritual hace es hacerse conciente de este hecho; enuncia debidamente sus anhelos y deseos y los dirige hacia Dios. Más aún, acepta todo con gratitud considerándolo como 'prasad' de Dios, como Su gracia. Culto y adoración es dar o entregarse a Dios como un acto de servicio.
Un verdadero Bhakta convierte todas sus actividades en distintas formas de adoración; al comienzo, con la ayuda de repetidos auto-ofrecimientos interiores y más adelante, mediante una conciencia meditativa habitual de la presencia del Señor en su corazón. Además, viendo al Señor en todos los seres, los sirve de todas maneras. Servicio a Dios es llamado 'bhayana', de la raíz 'bhadj': servir; el servicio al hombre es llamado 'sevana' o 'seva'. Durante siglos estas dos formas de servicio han quedado separadas y a menudo consideradas contradictorias. Swami Vivekananda las unificó en un solo sendero capaz de conducir al hombre al logro espiritual a través del servicio social. Así, por medio de la doble disciplina de oración y culto, un devoto de Dios convierte toda su vida en un yagña sacrificio.
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