sábado, 7 de diciembre de 2019

Consciencia




La conciencia lo podemos definir como el sentimiento interior por medio del cual el ser humano aprecia y valora sus acciones, las que pueden ser catalogadas como buenas o malas, en pro o en contra el mismo hombre y su mundo circundante. La conciencia es entonces un estado de vibración determinado por el uso de la energía divina, las facultades, inteligencia y el libre albedrío ejercido por el ser humano a través de sus pensamientos y sentimientos.

La conciencia es innata o natural en nosotros, por ejemplo de ello podemos observar como un niño pequeño, sin el aparente "uso de la razón" al obrar mal, ya sabe que lo que está haciendo no es debido.

El ser humano pude cambiar de un estado de ánimo a otro rápidamente; esto depende de la situación que el ser humano esté viviendo en ese momento, por lo tanto, no existen dos seres que tengan un mismo estado de conciencia, ya que está cambia cada instante de acuerdo al momento vivido, el estado económico, nuestras relaciones familiares, laborales, inclusive el mismo estado del tiempo atmosférico, el cual afecta nuestro estado de ánimo; por ello todo ser humano, se encuentre encarnado o desencarnado o bien sea un ser ascendido, tiene diferente estado de conciencia en su propia evolución, la cual va adquiriendo de acuerdo a la propia evaluación del individuo.

La conciencia puede manifestarse en una de las siguientes formas:

En forma subconsciente, en la cual encontramos las experiencias, vivencias y emociones que el ser experimentó en su pasado y las cuales le aportan una serie de principios y conocimientos que van a fortalecerlo en un estado de conciencia de un determinado momento.

Una forma consciente, en la cual encontramos las experiencias, vivencias y emociones del momento presente que estamos viviendo.

Una forma supraconsiente, en la cual se manifiesta esa energía que vitaliza al ser humano, que lo hace superarse y desarrollarse, llevándolo algún día a la perfección misma.

La conciencia es la única propiedad del ser humano, ya que es por su propia experiencia, cómo la va desarrollando y la cual jamás podrá borrarse, destruirse, ni serle robada, ni quitará por nadie. Es así, como por medio del trabajo consciente, constante y de la misma contemplación, el ser humano se va enfocando en un estado de conciencia determinado.

De igual forma podríamos decir que a su vez la conciencia es propiedad grupal, planetaria y universal.

GRUPAL, puesto que el ser individual con su conciencia individual forma parte integral de un grupo mayor, ya sea familiar, laboral, social, cultural, religioso, nacional y cuya conciencia es la sumatoria de todas estas conciencias individuales con sus respectivas limitaciones y superaciones, las cuales emiten sus respectivas vibraciones creando esa atmósfera, esa vivencia que nos llega a todos y la cual en un momento dado puede afectar el grupo.

PLANETARIA, por la misma razón que la anterior, ya que la conciencia de un planeta está dada por la sumatoria de las conciencias individuales y grupales, más la conciencia misma de la madre naturaleza manifestada en todos sus otros hijos: el reino mineral, vegetal y animal, puesto que en los átomos y en las células que les conforman existe una porción de inteligencia o conciencia que le permite ser lo que es y cumplir su función en forma cabal. Toda célula viva percibe de alguna manera el pensamiento y las condiciones que se dan a nuestro alrededor. Por lo tanto junto con todos estos maravillosos seres formamos la conciencia planetaria.

UNIVERSAL, por idéntica razón que las anteriores, puesto que nuestro planeta es por así decirlo un electrón de ese átomo que ese sistema solar, el cual a su vez es un componente dentro de ése gran concierto ese universo mismo.

Por todo lo anterior debemos avanzar por esa escalera de nuestro diario vivir siempre ascendiendo en nuestros estados de conciencia. Elevando nuestro nivel vibratorio el cual nos acerca finalmente al todo. Todos los seres humanos formamos parte de una conciencia más especializada y la cual cada día que pasa nos acerca más a nuestro creador, a nuestro origen primario.

En términos generales podemos decir que existen tres tipos principales de conciencia, conciencia individual, conciencia grupal y conciencia de maestro ascendido.

El tipo de conciencia individual:

Es aquel en el cual el ser existe como ser inteligente con una individualidad propia y que tiene el manejo de energía, el manejo de facultades y de todo lo que al ser humano se refiere como unidad individual con sus valores que lo hacen un ejemplar único.

El tipo de conciencia de grupo o de masa:

Se hace manifiesta cuando los seres siguen a un hombre al cual consideran como un dios o líder, tomando sus ideas como propias pero sin discernir sobre las mismas, sencillamente dejándose llevar por él, considerándolo un ser superior.

Hoy en día este tipo de conciencia grupal o de masas es muy bien manejada por la publicidad a través de los diferentes medios de comunicación, logrando que se pierda su individualidad para de esta forma poder manejarlo y explotarlo. Es importante que cada persona tome conciencia de su propia conciencia individual y se dé cuenta de los valores que cada ser tiene dentro de sí mismo y de cómo debe explotarlos para una mayor elevación y concientización de su propio ser, para no dejarse manejar por la conciencia del grupo la cual impide que el ser se perfeccione como tal, sino lo que hace seguir unos modelos determinados y marcados por la misma sociedad. Debemos ser auténticos como lo que verdaderamente somos; chispas divinas emanadas del padre.

Una vez que ser humano logra romper el esquema de la conciencia grupal surge en el la conciencia del maestro sentido:

Es la conciencia que le permite al hombre darse cuenta de que está destinado a pasar por diferentes fases o estadios que lo llevaran al dominio perfecto y armonioso de las facultades creadoras: el pensamiento, el sentimiento y la palabra, logrando llegar por medio de la iniciación de la conciencia en los misterios menores a culminar con la iniciación de los misterios mayores.

Todos los seres vamos pasando en el transcurso de nuestro largo peregrinar por diferentes etapas de conciencia que nos permiten de alguna manera tomar una decisión frente al mundo que nos rodea, pero podríamos decir que la mayoría de los seres van pasando por tres etapas generales:


1. Una tapa que podríamos denominar de la conciencia material o carnal donde el hombre sólo puede concebir como real aquello que sus sentidos ordinarios físicos pueden contemplar, ver, palpar o escuchar, pero todo aquello que este mas allá de sus sentidos físicos no lo puede tomar como cierto. En esta etapa de conciencia existe una mezcla de experiencias de tipo material junto con experiencias de tipo intelectual. El hombre que vive dentro de la conciencia material sencillamente se acomoda al diario vivir de acuerdo al lugar donde se encuentra y al medio social en que se desempeña.

2. Una segunda etapa que podríamos denominar conciencia astral o psíquica, en la cual los seres que atraviesan esta etapa de conciencia comienzan a aceptar la posibilidad de que exista algo más allá después de la llamada muerte, pueden aceptar la posibilidad de que los seres que han traspasado la muerte tengan la oportunidad de regresar para continuar su evolución en un cuerpo diferente. Comienza el ser a sentir la necesidad de vivir o constatar experiencias de tipo psíquico o paranormal, se dedican a frecuentar los médiums, las reuniones donde se leen las cartas, el té, las manos y un sinnúmero de artes adivinatorias y comunicación con los seres desencadenados. Es aquí donde la persona que recurre a ello afronta un gran peligro en su evolución, pues si no se da cuenta de que este tipo de reuniones están matizadas errores y engaños, aunque en algunas ocasiones las interpretaciones con respecto al pasado, al presente y aún al futuro tiendan a ser ciertas para lograr mantener la tensión del individuo, éste puede dejarse confundir y caer en el mundo del siquismo o hasta astralismo, donde aún predomina la personalidad y los egos y donde no hay nada de los planos divinos; a veces este tipo de confusión o caída es tan grande que el ser queda atado al plano psíquico hasta por más de una encarnación. 

Así como existen los Angeles elevados y divinamente instruidos por Dios para ser nuestros guías y custodios, existen los ángeles caídos, demonios o desengranados ínferos que pueden infiltrarse en este tipo de practicas, y por haber abierto algún portal, pueden pasar a través de el, y de alguna manera, posesionar objetos o a la persona misma con, por escasa elevación de consciencia, consulta o recurre a este tipo de practica.

Sin embargo una vez que el ser descubre el peligro o sufre la desilusión al no encontrar en ello la respuesta sus inquietudes sobre quién es, por qué es, y para dónde va. Superando esta etapa se adentra en una tercera etapa de búsqueda dentro de sí mismo hasta llegar a la conciencia espiritual o conciencia cósmica.

3. En esta tercera etapa el ser humano en evolución ya no siente la necesidad de vivir experiencias paranormales, sino que se adentra en su propio ser buscando el contacto con la fuente misma de todo cuanto existe; es así como logra por medio de su trabajo constante la identificación y dirección de su maestro interno, quien respetando el libre albedrío del hombre lo llevará a las octavas vibratorias de luz y amor infinitos del todo; de esta manera logrará su verdadera evolución hacia la perfección. Para alcanzar esta etapa de conciencia superior debemos ponernos en contacto con la fuente limitada, que se puede lograr mediante el desarrollo de facultades especiales como: la atención, la imaginación y la acción. Por medio de estas facultades podemos cambiar a mejores condiciones nuestra vida y nuestro mundo circundante. Es aquí donde todo conocimiento y experiencia se van identificando a medida que nos comunicamos con ese maestro interno.

Para lograr elevar nuestra conciencia es necesario ser conscientes de nuestro mundo circundante, no perdiendo el contacto exterior, pues nos podríamos aislar tanto hasta llegar a caer en el fanatismo. Debemos tener en cuenta que si estamos aquí en este mundo no es por nada fortuito, por ello debemos trabajar con todo lo que nos rodea; en todo está la manifestación divina. Cuando se presentan en nuestro diario vivir los llamados "problemas" debemos tener en cuenta que éstos vienen para enaltecernos, para ayudarnos a lograr una verdadera sabiduría, la cual se obtiene como el fruto de saberlos enfrentar y resolver, ya que la sabiduría es poner en práctica el conocimiento verdadero que a lo largo de nuestra vida vamos cosechando y experimentando. Logrando elevar nuestra conciencia podríamos llegar a vivir en la perfección misma para lograr manejar armoniosamente todo nuestro ser y nuestro mundo, llegando así a vivir en el reino de los cielos con un estado de conciencia superior.


Las 7 Dimensiones de Conciencia

 Al hablar de “dimensiones de conciencia” conviene aclarar primero, que si bien es cierto que existe una clara vinculación entre estas dimensiones y los diferentes planos de existencia en los que estamos presentes de manera simultánea (el físico, emocional, mental, causal…), éstos no guardan relación alguna con las dimensiones espacio-temporales, los multiversos o los mundos paralelos a los que hace referencia la actual física teórica. Las dimensiones de conciencia son los diferentes grados o frecuencias de vibración energética y sus respectivos niveles de entendimiento, que todo ser vivo adquiere progresivamente en la medida en que su experiencia vivencial le otorga un conocimiento que hace expandir su conciencia.

Es en base a la denominada “ley de octavas”, el ordenamiento más genérico que rige nuestra existencia, que podemos clasificar este progresivo incremento vibracional evolutivo de la siguiente manera:

Primera Dimensión de Conciencia

La primera dimensión es una frecuencia muy elemental, pero de inmenso valor, ya que se corresponde con las estructuras básicas y los soportes vitales necesarios a partir de los cuales pueden surgir nuevas formas de vida más complejas. La primera dimensión de conciencia es la encargada de convertir la energía en materia. Es la dimensión del reino mineral y la frecuencia primaria en la que vibran los átomos y las moléculas. Los tradicionales cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego, pertenecen a esta primera dimensión.

La primera dimensión de conciencia conforma nuestro planeta, nuestro sistema solar, nuestra galaxia y todo el universo apenas conocido por el ser humano a nivel astronómico, así como los posibles multiversos de la vigente teoría de supercuerdas (la Teoría M), aunque por el momento solo podamos acceder a ellos a través de un enrevesado lenguaje matemático.

Segunda Dimensión de Conciencia

La segunda dimensión de conciencia es la frecuencia de los reinos vegetal y animal. El paso de primera a segunda dimensión es probablemente el salto evolutivo más importante, pues se calcula que entre unos 3.000 y 4.000 millones de años atrás surgió el “milagro” y apareció el primer organismo vivo de nuestro planeta: la célula. En un primer momento se trataba de organismos unicelulares tan elementales como una bacteria, pero que al cabo de unos pocos milenios, esas primitivas células procariotas de escaso material genético fueron convirtiéndose en células eucariotas más sofisticadas, de mayor carga genética y con una organización a nivel pluricelular que dio lugar a la creación de una inabarcable diversidad de especies vegetales y animales.

Esta segunda dimensión es el inconsciente colectivo de las especies, una conciencia subyacente que las mantiene unidas a través de una fuerte identidad biológica. Esta identidad es la que permite que todos los ejemplares de una misma especie puedan reconocerse y cumplir con sus funciones reproductoras, así como seguir sus particulares instintos en cuanto a métodos de subsistencia, migración, etc. A pesar de que algunas especies suelan vivir de manera más aislada y autónoma, aquí todavía no existe una conciencia de individualidad. Se trata de una dimensión regida por una conciencia grupal y por una completa ausencia de temporalidad.

Si bien es cierto que se puede apreciar en algunos animales un cierto grado de memoria que les permite ir modificando su conducta, no existe en ellos todavía una conciencia de lo que son los tiempos pasado y futuro; solo existe el momento presente, aunque de un modo completamente inconsciente. Este estado de atemporalidad que con tanta naturalidad se aprecia en el reino animal, despierta gran interés en aquellos hombres y mujeres que se esfuerzan por vivir en un constante “aquí y ahora”. Sin embargo, no será hasta alcanzar la sexta dimensión de conciencia, cuando podrán reencontrarse nuevamente con este mismo estado atemporal, pero de manera consciente.

Los seres que vibran en la segunda dimensión de conciencia viven sometidos a sus instintos. Apenas existe aquí posibilidad de elección. Al no disponer de suficiente capacidad reflexiva, las acciones que estos seres acometen en su cotidianidad quedan mayormente exentas de responsabilidad. Sin embargo, para aquellas especies que dotadas de mayores aptitudes cognitivas titubean antes de reaccionar de manera instintiva a sus impulsos más primarios, comienzan a abrir un reducido abanico de posibilidades. Y en el momento en el que aparece una mínima posibilidad de elección, ésta conlleva un proporcional grado de responsabilidad. Este incipiente margen de actuación es la brecha que permitirá que los seres del reino animal puedan ir evolucionando paulatinamente hacia especies más perfeccionadas hasta conseguir finalmente trascenderlo.

Tercera Dimensión de Consciencia

La tercera dimensión de conciencia es la frecuencia vibratoria que ha estado sintonizando la humanidad en el transcurso de la historia hasta el momento presente. Es la dimensión en la que se produce la pérdida del sentido grupal tan característico de la segunda dimensión y da comienzo lo que se conoce por “fragmentación“. Esto significa que a pesar de que un ser de tercera dimensión suela seguir viviendo rodeado de otros seres, o sea, en sociedad; cada individuo desarrolla su propia identidad personal.

Este es el nacimiento del ego y la personalidad. Es la frecuencia en la que nos hacemos conscientes de nosotros mismos, pero a su vez, es en la que nos sentimos más alejados los unos de los otros y en la que estamos más separados del Todo que nunca. El miedo, la desconfianza, la aversión, la intolerancia y una clara tendencia hacia la dominación, el control, el poder y la posesión, son solo algunos indicadores que nos muestran que un individuo, grupo o sociedad sigue anclado en la tercera dimensión de conciencia.

Quien permanezca en tercera dimensión de conciencia, lo más probable es que las experiencias que le lleguen en clave de infortunios, desgracias o reveses de fortuna, no sean debidamente comprendidas y vividas por tanto de manera dolorosa. Pero en la medida en que uno va conectando con una conciencia superior más lúcida, empática y desapegada, comienza a comprender que todo lo que le ocurre en la vida tiene un motivo, una causa, un propósito y un por qué, a pesar de que la respuesta a menudo permanezca fuera de su alcance. Esta comprensión permite comenzar a liberarse de un victimismo que solo trae consigo una mayor desdicha y sufrimiento.

Aquí es donde se nos presentan los mayores retos de crecimiento y evolución, puesto que da comienzo la ardua tarea de integración consciente hacia el Ser Único.

Cuarta Dimensión de Conciencia

A pesar de que grandes conciencias han ido viniendo una y otra vez a dar un impulso a la humanidad, es en estos albores del siglo XXI cuando se está produciendo el mayor despertar global a cuarta dimensión de conciencia como nueva realidad. Pero tal y como ocurrió en anteriores transiciones dimensionales, ésta se irá igualmente implementando de manera gradual. Hasta que no alcancemos una determinada masa crítica de conciencias vibrando a cuarta dimensión, la nueva realidad seguirá conviviendo con la antigua y los nuevos patrones de organización seguirán estando condicionados por los viejos esquemas y códigos de conducta.

Pero cada vez son más las personas que sienten la necesidad de buscar respuestas que aporten un mayor significado a su experiencia existencial, que desean comprender un poco mejor su realidad personal y que se plantean seriamente cuál debería ser su rol en la sociedad. Este inconformismo respecto a lo que por tanto tiempo lleva establecido como modelo organizativo inamovible, pero que en la actualidad se percibe como obsoleto, es el origen de un cambio vibracional a gran escala cuyos efectos tarde o temprano acabarán por provocar el desmoronamiento de las antiguas estructuras de poder, que darán paso a unos modelos socioeconómicos más justos y equitativos.

Es en la cuarta dimensión de conciencia cuando se percibe con claridad el concepto de reciprocidad. Aquí nos hacemos conscientes de que cada uno de nuestros actos repercute de manera directa o indirecta en la sociedad y que, por consiguiente, afecta a la vida de los demás. En cuarta dimensión decidimos asumir una responsabilidad mayor, pues nos damos cuenta de que toda implicación es necesaria si lo que se pretende es que el cambio colectivo llegue a materializarse.

Esta es la conciencia que moviliza a todo aquél que lucha por imponer la justicia y la igualdad entre los hombres, erradicar la pobreza, atender al necesitado, proteger el medioambiente y tratar de hacer en definitiva de este mundo un lugar mejor. Es la dimensión en la que comenzamos a regresar a una conciencia de integración grupal, aunque sin perder de vista nuestra identidad personal.

En la actualidad son muchos los seres de este planeta que ya tienen bien consolidada su expansión de conciencia a cuarta dimensión, y viven por tanto sus vidas de manera mucho más consciente, responsable y solidaria.

Quinta Dimensión de Conciencia

La quinta dimensión de conciencia es una frecuencia cuya característica principal es que comenzamos a recordar quiénes somos realmente. Aquí nos volvemos conscientes de que existe un Yo profundo que se encuentra más allá del cuerpo y de la personalidad, un Yo que no se identifica con un nombre, una profesión, un estatus social ni con cualquier otra faceta o expresión externa que nos pueda diferenciar de los demás, sino con el amor y la conciencia que reposa en nuestro interior.

Aquí sabemos que la vida no termina en el plano físico, sino que se extiende mucho más allá de la ilusoria vida terrena, la cual era percibida hasta entonces como la única realidad posible. En quinta dimensión tomamos conciencia de nuestra naturaleza eterna e inmortal, y asumimos la tarea de tener que regresar una y otra vez al plano físico en busca del conocimiento vivencial que nos permitirá ir ascendiendo a nivel conciencial.

En quinta dimensión de conciencia los lazos con nuestros semejantes se han ido estrechando hasta el punto en que, gracias al amor y a la compasión que de manera natural emana de quien sintoniza con esta frecuencia; nos sentimos literalmente unidos a un gran número de personas. Conectamos de este modo con una conciencia grupal de mayores dimensiones, aunque nuestra percepción de unidad todavía es parcial.

No podemos evitar sentir un cierto distanciamiento con aquellos seres que se encuentran en niveles de conciencia muy inferiores al nuestro, así como con quienes lo están en otros de muy superiores. Todavía hay camino aquí por recorrer antes no se disuelva por completo esta distinción.

Sexta Dimensión de Conciencia

Este nuevo “despertar” llega a nuestras vidas cuando alcanzamos una percepción “no-dual” de la realidad. Cuando esto ocurre, comenzamos a percibir una ausencia de confrontación entre los pares de opuestos. Lo que hasta entonces solíamos calificar de bueno o de malo, de positivo o negativo, de justo e injusto…, empieza a cobrar ahora un nuevo significado. Dejamos de identificarnos sistemáticamente con una de las dos polaridades inherentes al mundo manifestado y pasamos a situarnos en una posición más elevada y unitaria. Una posición cuya perspectiva nos ofrece una visión de la realidad mucho más amplia e integradora. Es en este punto cuando conectamos con la “conciencia crística”, una energía de muy alta frecuencia que nos abraza cálidamente y hace que nuestra vida se vuelva mucho más amorosa, pacífica y conciliadora.

La sexta dimensión de conciencia es una frecuencia vibracional que otorga al Ser el conocimiento vivencial de la Unidad. Y cuando se descubre que no hay separación alguna entre uno mismo y todos los seres de la creación, se advierte que ya no hay lugar para la aversión, la intolerancia, la crítica ni el reproche. Los antiguos moldes de ordenamiento que habíamos fabricado para encasillar la diversidad en la que vivimos ya no sirven, son inútiles; las barreras que nos separaban han caído, y cualquier juicio de valores que se pretenda hacer solo puede ir dirigido hacia uno mismo.

Si alzamos la vista vemos desde aquí con claridad como todo converge hacia un único e infinito haz de Luz-Conciencia que Todo lo abarca y Todo lo ilumina. Es al dirigir la mirada hacia abajo cuando nos damos cuenta de que esta inmaculada Luz Primordial se percibe de manera muy fragmentada en los planos inferiores debido al efecto que produce atravesar las diferentes capas de densidad que conforman la materia. Es por tanto esta Luz-Conciencia disgregada en múltiples haces proyectados sobre la Tierra en una gran diversidad de formas, colores y tonalidades, lo que provoca que también sean muchas las percepciones, creencias e interpretaciones que se hagan de una misma Realidad.

Pero en el instante en que uno ya solo ve esta única Luz Primigenia como el origen y el fin de la Verdad Suprema, es como el ave que emprende el vuelo y contempla desde lo alto con su visión panorámica, los efectos de una dualidad a la que hasta hace bien poco él también estaba sometido.

En este elevado nivel de conciencia ya no se persiguen reconocimientos ni halagos, tampoco saciar placeres u obtener réditos o ventajas; lo único que verdaderamente se ansía es la Unión con lo Divino y la Libertad. Estos anhelos relativamente sencillos de comprender a nivel conceptual, de nada sirven si no se viven como tales. Este es el inmenso valor que tiene cada una de las vidas que vivimos. No basta con creer, pensar, filosofar, conceptualizar o teorizar sobre un determinado estado, nivel de conciencia o condición espiritual; si lo que se pretende es que ello adquiera validez y sea integrado en el Ser, será necesario tener que sentirlo, vivirlo, llevarlo a la práctica y experimentarlo en carne propia aun cuando la sola idea de tener que volver a encarnar suponga un fatigoso pesar.

Para el ser que ha alcanzado este grado de desprendimiento en el que nada de lo que pueda haber en el mundo despierta ya su interés, probablemente la sensación que tenga al pensar en una nueva vida terrena es que ésta será del todo infructuosa y estéril. Pero, ¿de qué otro modo sino podría llegar a consumarse este anhelo de liberación? Así es que aun después de haber conseguido trascender la quinta dimensión de conciencia, donde todavía uno se encuentra sometido al ciclo de muerte y renacimiento a causa del deseo y el karma; también aquí sigue habiendo una cierta necesidad de renacimiento. La diferencia no obstante es significativa. Nacer de nuevo no significa comenzar de nuevo. Cuando un ser que procede de la esfera crística desciende al plano físico para iniciar un nuevo ciclo vital, éste apenas se verá sometido a la ilusión de maya. Al permanecer su espíritu despierto en una esfera no dual de la realidad, bastará con que se produzca una débil conexión con su verdadero Yo, para que su mente egoica despierte también en el mundo terrenal.

Esta es la dimensión de conciencia en la que se encuentran muchos de los verdaderos místicos e iniciados como los bodhisattvas, rishis, mahatmas, profetas y santos de todas las religiones; es decir, grandes almas al servicio de Dios y del hombre.

Séptima Dimensión de Conciencia

La séptima dimensión de conciencia es la frecuencia del amor en estado puro y de la integración completa al Ser Único. Las diferencias que hay entre sexta y séptima dimensión son desde luego mucho más sutiles que las que podíamos encontrar en dimensiones anteriores. Ambas contemplan la misma Unión con el Absoluto, pero si bien en sexta dimensión de algún modo todavía había que apartar los “velos de ignorancia” para poder observar la Realidad desnuda, en séptima dimensión ya no es necesario ni tan siquiera hacer este gesto, puesto que aquí todos los velos ya han caído.

Nada hay en esta dimensión que pueda interferir la clara visión de la Realidad, ni que sea capaz de perturbar la paz interior de los seres que aquí se encuentran. Se trata de un sublime y perpetuo estado inalterado de conciencia, prácticamente imposible de sostener estando sometido a las vicisitudes de la vida terrena. Solamente grandes Maestros de Sabiduría como Buda, Jesús o Krishna (entre otros), son capaces de experimentar en el plano físico esta Unión con el Todo (o estado nirvánico), más allá de los periodos de tiempo que pueda durar una meditación, una práctica espiritual o cualquier otro tipo de experiencia extática que los conecte fugazmente con la Fuente.

Así es que después de haber recorrido durante eones el largo camino ascendente de regreso al Hogar y haber completado todo un ciclo evolutivo, alcanzar la séptima dimensión de conciencia es la más bella culminación de un largo proceso que convierte a estos seres plenamente realizados en los venerables Maestros Ascendidos.


Namaste







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